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La miseria de los negados

  • José Pablo Segura Román
  • 30 may 2018
  • 17 Min. de lectura

Introducción

Existe un miedo a la memoria porque se piensa que recordar es matar el presente. Sin embargo, pocos saben que la realidad es la “síntesis de múltiples determinaciones” (Marx, 1982, p. 52) y que esas determinaciones no se encuentran presuponiendo un flujo lineal del tiempo donde aparecemos en una infinidad de “ahoras”, sino que solo se comprenden intuyendo la movilidad histórica de lo que ha determinado el momento aquí.

Hay un grito rimbombante de toda una civilización que vive en el martirio, pero las contradicciones sociales hacen que ese grito se esfume por todas las grietas que se abren dentro de la realidad. Empero, toda grieta es condición de posibilidad para la transformación del mundo y toda transformación del mundo es transformación de la conciencia humana. Esta conciencia no nace en sí por una determinación natural, sino que se crea para sí desde el despliegue de la conciencia propia. Toda potencialidad de un mundo-otro es derivada del despliegue de la autoconciencia. La autoconciencia es entenderse desde la contradicción, pero también es el movimiento de la contradicción desde su posible alter-nativa de proyecto, que solo se realiza para sí desde su resolución práctica-revolucionaria[1].

Para poder llegar a la autoconciencia que permita el despliegue de la transformación práctica desde su potencialidad revolucionaria, hace falta quitarle el velo a Maya[2], ver el caos de la realidad contradictoria, revolucionar el caos a partir de la voluntad colectiva (Gramsci) y transformar las determinaciones materiales. Sin embargo, la realidad es vanidosa y disfraza su cuerpo de órdenes ilusoriamente apriorísticos que no son más que voluntad de poder, hegemonía hecha sentido común (Gramsci) y violencia disfrazada de poder legítimo. Ante este panorama, hace falta conocer la exterioridad del mundo para adquirir el conocimiento de uno mismo y, así, poder transformar los grandes bloques que aplastan el cuerpo de toda la humanidad.



Sobe el sujeto-objeto: la realidad, la exterioridad y la conciencia propia

Un gran paso para adquirir la conciencia propia[3], o bien, autoconciencia, desde la exterioridad social es a partir del análisis de la estructura y superestructura que condicionan el flujo de la terrenalidad de lo real pero, dado que el flujo del campo de lo real es devenir, es imposible pensar la exterioridad como la eternización de un momento (tal y como piensan los conservadores que defienden su mundo como el mundo del final de la historia) y, por lo tanto, entender las bases materiales e ideológicas solo pueden concebirse desde el movimiento dialéctico de las contradicciones.

El movimiento de estas contradicciones se manifiesta desde distintas capas de lo real, pero para fines pedagógicos, en este trabajo solo se tratará una de estas capas: la realidad entre sujeto y objeto.

La realidad entre sujeto y objeto es uno de los temas favoritos del pensamiento occidental, especialmente desde los postulados de los idealistas alemanes y, más adelante, por los grandes filósofos de la praxis, tales como Karl Marx o, posteriormente, Antonio Gramsci. Sin embargo, dentro de estos autores, los segundos han sido los que han dado una respuesta más militante, politizada y terrenal de las implicaciones de la interpelación inmanente que ya se ha mencionado.

Marx habla de la realidad entre sujeto y objeto como un concilio dado por la actividad práctica. En su tesis II sobre Feuerbach dice:

El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico (Marx, 2018, p. 1).

Es decir, que la realidad solo se da para el sujeto cuando transforma su medio y el medio solo aparece en tanto que hay sujeto que transforma. De aquí se deduce una premisa ontológica fundamental para una concepción de la realidad móvil: El ser solo es en tanto que es en relación con algo.

Por su parte, Gramsci formaliza esta premisa ontológica a partir de su cuaderno once que describe cómo opera la filosofía de la praxis. Para Gramsci la filosofía de la praxis opera como “la combinación de todos los momentos, que culmina en una determinada dirección y en la cual, esa culminación se torna norma de acción colectiva [...]” (Gramsci, 1986, p. 332), es decir, de un choque de fuerzas históricas que toman un rumbo determinado de acuerdo con cierta acción colectiva.

Ahora, dentro de esta capa de lo real entre sujeto-objeto, las contradicciones se manifiestan en distintas determinaciones concretas. La primera determinación se manifiesta en la producción de los medios materiales del ser humano para construir su realidad, vivir y sobrevivir. La segunda determinación se encuentra en el valor que contienen los medios materiales del ser humano. La tercera determinación se encuentra en las relaciones de poder que se forman a partir de los modos de organización entre distintos sujetos para enfrentar su realidad. La cuarta determinación se encuentra en la falsa conciencia que se forma a consecuencia de las relaciones de poder. La quinta determinación se encuentra en la auto-negación del sujeto que internaliza las relaciones de dominación como hegemonía.



Las cinco determinaciones en la relación sujeto-objeto y sus contradicciones

La producción de los medios materiales del ser humano condiciona la realidad de los sujetos a partir de la organización que se deriva de ahí. En un modo de producción como el contemporáneo, es decir, el modo de producción capitalista, los medios materiales se crean para extraer la mayor cantidad de plusvalor de los trabajadores, para mantener el orden coercitivo a partir de la producción de armas, para enajenar e individualizar las conciencias (automóviles para dos o una persona, teléfonos Smart, mercadotecnia focalizada, etc.), para producir necesidades falsas (como la necesidad de ser teniendo, que es una confusión de la potencialidad propia con la potencialidad de las cosas que se consumen). De aquí, que corra por cada vena de cada ser humano, la sensación de una realidad que aplasta y nos destruye, de ahí que se pueda hablar de una dominación encarnada, de ahí que nace una miseria.

En cuanto al valor que contienen los medios materiales, habría que recordar a Marx. En él hay tres formas de valor, las cuales son: el valor como valor, el valor de uso y el valor de cambio. El valor como valor es el trabajo abstractamente humano cristalizado. El valor de uso tiene que ver con las cualidades de las cosas cuando se usan. El valor de cambio es la relación cuantitativa por medio de la cual se intercambian los valores de uso. (Marx, 2017). Sin embargo, estas tres formas juegan en el mundo de la materia contemporánea y son las cualidades que forman el mundo de las mercancías, que son aquella manifestación (forma de ser de algo en relación con su medio) de los objetos en una relación social de intercambio que, en este bloque histórico, es de carácter capitalista. La contradicción central que existe dentro de estas formas se encuentra en el fetiche de las mercancías que, por un lado, provoca la ilusión de que los trabajadores, productores de valor, no existen y que, por lo tanto, las mercancías tienen relaciones inherentes a sí mismas (Marx, 2017) y, por otro lado, provoca deseos de aquello que no tendría por qué ser deseado (por ejemplo, desear un determinado conjunto de letras con una tipografía específica que en su conjunto digan algo como “Adidas”). Esta contradicción es la expresión de una dominación formada por quienes producen las mercancías y es la negación de los sectores más bajos, que solo tienen para ofrecer en una relación de mercado, su fuerza de trabajo como mercancía enajenable (Marx, 2017) de su propia voluntad. De aquí que nacen los negados.

Sobre las relaciones de poder que se forman a partir de los modos de organización entre distintos sujetos para enfrentar su realidad, habría que pasar de la categoría “del que vende su fuerza de trabajo” a la del que “vive en la exterioridad (Dussel, 2006, p. 94) de las relaciones de poder” y de la categoría de “el que posee los medios de producción” a la categoría de “el centro de estas relaciones”. Las relaciones de poder se dan desde la movilidad de las condiciones para realizarse desde una voluntad de poder organizada y creadora y tienen la naturaleza de cambiar de acuerdo con las circunstancias. Sin embargo, hay una determinante en el ejercicio del poder, que es la cualidad de organización. Cuanto más organizado esté uno, más posibilidad de ejercer el poder en potentia[4] tendrá. Con esta premisa básica, “el centro” organiza sus símbolos comunes y sus medios para ejercer su “voluntad de poder”[5]. Para ello, la organización de las clases dominantes tiene como símbolos básicos la blanquitud, la avaricia, el egoísmo, el deseo de dominación, el deseo de omnipotencia, la tendencia a cristalizar de manera cuantificada la realidad, entre otras y, como medios para ejercer su voluntad de poder posee los medios de comunicación, las instituciones escolares, el poder de organizar socialmente a las familias, los medios legales para defender su propiedad y demás derechos y, en general, las fuerzas de los aparatos del Estado. De aquí nace la miseria de los negados.

Por su parte, la exterioridad, o bien, la negatividad del sistema, solo tiene la posibilidad en sí de organizarse desde una posible voluntad colectiva, pero esta exterioridad solo es organizada en proyecto, es decir, que no se realiza para sí hasta que no llegue el momento de su autoconciencia (que se manifiesta como conciencia de clase) y su respectiva puesta en escena. El momento en el que se pasa de la forma de voluntad colectiva en proyecto al momento de voluntad colectiva puesta en escena, es el momento en el que la miseria de los negados se transforma en la miseria para los que niegan.

En lo que refiere a la falsa conciencia que se forma a consecuencia de las relaciones de poder, lo que se oculta detrás es la formulación de la hegemonía. Si se ha hablado de que hay una construcción de la autoconciencia y que esta es un momento clave para la transformación práctica y terrenal del mundo, también puede hablarse de que su ilusión, a partir de la formulación de identidades desde el centro de poder, es un momento clave para la conservación del sistema en el mundo. La falsa conciencia se puede definir como el despojo del ser autoconsciente por medio de la invasión de una identidad cultural hegemónica que se cristaliza por medio del sentido común[6]. La manifestación de esta dominación hegemónica se da, principalmente, por medio del lenguaje, de los deseos y de las expresiones de las personas que reproducen modelos de vida que les son ajenos, por ejemplo, en sectores de la población donde se sufre la exterioridad del sistema cuando se aspira a ser como los del centro en vez de aspirar a resolver la contradicción que presenta el devenir histórico.

La última determinación se encuentra cuando el sujeto de la exterioridad auto-internaliza las relaciones de dominación como hegemonía. Esta contradicción en particular ocurre cuando el sujeto que encarna la exterioridad del sistema (dígase proletario, indígena, mujer, homosexual, negro, latino, etc.) comienza a detener el movimiento de la conciencia a la autoconciencia y ya reproduce plenamente las relaciones de poder que se le han impuesto y la hegemonía ya no está naciendo, sino que está desarrollada y madura, es decir, que es cuando el sujeto dominado cristaliza esa dominación y le pone freno de manos a sus posibilidades de emancipación y de liberación. En esta fase, se cae en el conservadurismo, en la indiferencia, en el parasitismo (Gramsci). La expresión concreta de esta fase se podría manifestar en las frases populares como “para qué van a marchar si solo provocan tráfico”, “pónganse a trabajar, que por gente como ustedes estamos como estamos”, “el pobre es pobre porque quiere, yo quiero ser emprendedor”, “cuando crezca quiero irme a los Estados Unidos para hacerme millonario”. Este es el momento en el cual la miseria de los negados es reproducida por los negados mismos.


El ser de la exterioridad

Ya se habló de la construcción del ser a partir de la relación con su medio, de la necesidad de crear autoconciencia, de las determinaciones de la relación sujeto-objeto y de la exterioridad del sistema como respuesta a la creación de un sistema-mundo organizado por una clase que es simultáneamente dirigente y dominante. Ahora, es el momento de hablar del ser que tiene la posibilidad de transformar el mundo en potentia, es decir, del negado.

El negado es, tal y como ya se ha dicho, la exterioridad de todo el sistema, que actualmente tiene el nombre de capitalismo. Dentro de las determinaciones contemporáneas, el negado adquiere múltiples manifestaciones, dado que cada uno responde a la exterioridad de una cualidad del centro. Estas negaciones se manifiestan en los que optan por una orientación sexual diferente a la heterosexual, en las que tienen un género distinto al masculino, en los que tienen un color de piel distinto al blanco, en los que nacen en países de la periferia, en los que tienen una genética diferente a la europea y en los que tienen una condición de despojados frente al gran capital.

Si se parte de un pensamiento situado en América Latina, lugar donde se redactó este texto, daríamos cuenta de que el sujeto que encarna por excelencia la máxima negatividad frente al sistema es el sujeto indígena (y más si es mujer homosexual), ya que es el rostro del enemigo para el sistema mundo, tanto por su cosmovivencia[7], como por su papel económico, como por su símbolo histórico como resistencia a la gran expansión del capital como sistema mundo.

El indígena como rostro del enemigo del sistema mundo se manifiesta en dos momentos: en la estructura y en la superestructura. En la estructura el indígena es el que fue (y es) despojado de sus propios medios y es el condenado a vivir en la miseria para darle sacrificio al Dios Moloch Baal disfrazado de Dios Capital. Su sacrificio se manifiesta a partir de la superexplotación (Marini, 1991) que recibe en el campo, en el desierto fronterizo o en las grandes ciudades a las cuales ha tenido que ir para vender su fuerza de trabajo.

La superexplotación consiste en que se extrae plusvalor[8] de una manera mucho más radical de los trabajadores y no se le devuelve ni siquiera lo suficiente para regresar al día siguiente a trabajar. Esto, debido a que el consumo de bienes para la reproducción de la vida está orientado al mercado europeo y no a las personas latinoamericanas o de cualquier otra zona periférica (Marini, 1991). Lo que en Europa y Estados Unidos se llama “progreso”, en América Latina se traduce como “miseria”. Mientras en los países centrales se encuentran los Pro Life, en las periferias se encuentran los escuadrones de la muerte.

La muestra más clara de esta tendencia al exterminio del indígena vivo se encuentra en las palabras que se le atribuyen a Manuel Velazco, quien es actualmente gobernador de Chiapas:

Se trata de grupos inferiores que no desarrollaron plenamente sus funciones cerebrales y, por esa razón, se han convertido en una amenaza al desarrollo del Estado. -La principal estrategia para- abatir esa amenaza histórica que los gobiernos anteriores dejaron crecer -se encuentra en- menguar y eliminar su reproducción al introducir factores inversos de transferencia para hacerlos más sensibles a enfermedades comunes para evitar su visibilización pública, así como encarecerles los servicios médicos básicos (Villanueva citando a Velasco, 2017).

En otras palabras, la materialidad de la estructura económica por medio de la cual se extrae el plusvalor de los indígenas se manifiesta a través de las políticas de muerte que, más allá de abandonar el cuidado de la vida, buscan inducir de manera voluntaria la muerte de determinados sectores de la población para mantenerlos oprimidos.

En lo que respecta a la superestructura, el centro mira al indígena como “el rostro de todo lo malo”, “el flojo que no trabaja”, “el que pide limosna en la calle”, “el revoltoso”, “el perdedor” y, principalmente, como a aquél que debe de ser excluido de manera total de la posibilidad de una vida digna. Sin embargo, no basta con dar estas expresiones del lenguaje popular para dar cuenta de todo el entramado de relaciones sociales que giran en torno a la superestructura, pues hace falta analizar el despliegue del espíritu consecuente de la historia de la dominación de los indígenas.

Jose Carlos Mariátegui dice que el problema del indígena no es un problema de moral, sino que es un problema concretamente económico, donde indígena se convierte en la categoría de aquél que no solo es explotado, sino que también es despojado (Mariátegui, 2002). En ese sentido, deviene un momento de superestructura inmanente a la condición material de despojado.

El espíritu del despojado contiene como condición de posibilidad de transformación el valor simbólico de la tierra. Mariátegui cita a Valcárcel con lo siguiente:

La tierra en la tradición regnícola es la madre común: de sus entrañas no sólo salen los frutos alimenticios, sino el hombre mismo. La tierra depara todos los bienes. El culto de la mama pacha es par a la heliolatría (culto al sol) y como el sol no es de nadie en particular, tampoco el planeta lo es. Hermanados los dos conceptos de la ideología aborigen, nació el agrarismo, que es propiedad comunitaria de los campos y religión universal del astro del día (Mariátegui citando a Valcárcel, 2002, p. 50).

Sin embargo, mientras no haya autoconciencia que sea una puesta en escena dentro del campo de lo real, no será posible que los indígenas se rediman y será imposible resolver el problema de la tierra. Parte de lo que frena el posible momento de redención se mantiene todavía en el campo de la superestructura, pues las ideas de miedo a la acción son un arma del centro que han rendido frutos.

En la historia los indígenas han sufrido un bombardeo ideológico. Por ejemplo, el catolicismo colonial (diferente, por ejemplo, del de la Teología de la Liberación del siglo XX). Este se caracterizaba por concebir el trabajo como castigo derivado del pecado original y, además, traía consigo una base material donde el modo de producción era el esclavista y parasitario que les impusieron los españoles a sus colonias (Mariátegui, 2002).

Sin embargo, habría de decirse que la dominación ideológica se manifiesta en otras formas además de en la religión impuesta mediante un sistema colonial. En el caso concreto de la educación (parte importante de uno de los aparatos ideológicos del Estado), se enseña a vivir en relación con la violencia. Mientras que a los colonizadores la dominación se les enseñaba y enseña por la escuela, a los colonizados se les enseña por la punta de la espada (Fanon, 2007), por lo que se creó una idea de miedo que contiene los impulsos violentos de liberación por parte de los colonizados, o bien, los que son la exterioridad del sistema. Aquí existe un peligro para el centro, pues, tal y como diría Franz Fanon:

Expuesta en su desnudez, la descolonización permite adivinar a través de todos sus poros, balas sangrientas, cuchillos sangrientos. Porque si los últimos deben ser los primeros, no puede ser sino tras un enfrentamiento decisivo y a muerte de los dos protagonistas. Esa voluntad afirmada de hacer pasar a los últimos a la cabeza de la fila, de hacerlos subir a un ritmo (demasiado rápido, dicen algunos) los famosos escalones que definen a una sociedad organizada, no puede triunfar sino cuando se colocan en la balanza todos los medios incluida, por supuesto, la violencia (Fanon, 2007, p. 1).

La superestructura forma en los dominados una serie de ideas que se complementan dialécticamente. Por un lado, comienza a surgir el miedo a morir, y de pasar de ser exterioridad y negación del sistema, a ser simplemente los cadáveres con los cuales se construye el mundo que los negó. Por otro lado, surge el deseo de la liberación, que se perfila a un desenlace violento mientras se contenga toda alternativa posible. La manifestación más reciente que se ha vivido en el bloque histórico capitalista se encuentra en el EZLN que se levantó en armas el primero de enero de 1994 y exigía las tierras y la dignidad para los pueblos originarios.

Hoy en día, además de en el EZLN, la tendencia estructural y superestructural del sistema-mundo por exterminar a los pueblos originarios se puede ver de manera concreta en Chiapas, México, lugar que históricamente es reflejo de la miseria de los negados. Basta con ver las notas que reportan el intento genocida del pasado 28 de noviembre de 2017, en donde, de acuerdo con El Universal, más de cinco mil indígenas tuvieron que huir de las comunidades de Chenalhó por las balaceras de grupos armados que “buscan adueñarse de sus tierras” (Peters, 2017). Dentro de esta horrible nota, se relatan las consecuencias de la barbarie en su forma más desnuda, pues se dice que hay “un adulto mayor que se queja de dolor en el pecho y se desvanece entre los brazos del curandero […]-también hay- el llanto de Miramón Díaz, un niño de escasos dos meses de nacido que es ahogado por su madre para no ser descubiertos por los hombres armados, a quienes ellos llaman paramilitares” (Peters, 207) y además, en palabras de una de las madres se dice: “Las mamás sufren por sus hijos enfermos que lloran de dolor y no hay medicinas para curarlos. Queremos paz y tranquilidad” (Anónima citada por Peters, 2017).

Otra expresión de la exterioridad se encuentra en la comunidad de Oxchuc, Chiapas, donde hubo un momento de autoconciencia manifestada en praxis en el mes de enero de 2018 (aunque es una praxis que está condicionada y castrada por los mecanismos legales del Estado que los domina). Lo que sucedió fue a consecuencia de la búsqueda por la libre autodeterminación del municipio por la vía legal pero la respuesta del gobierno ha sido un intento de masacre.

De acuerdo con Gabriel Méndez, tras un constante crecimiento del movimiento que exigía la autodeterminación de Oxchuc, el 24 de enero de 2018 se llamó a un diálogo entre el gobierno y el pueblo organizado pero, contrario a lo esperado, los policías detuvieron a los líderes políticos, se comenzó a disparar y lanzar gas lacrimógeno contra la población indígena y se trató de desarticular el movimiento a través de apelar al miedo a morir.

Sin embargo, lo que ocurrió fue lo contrario, se evidenció a los pueblos originarios como la exterioridad del sistema y como negación total del proyecto del gran capital, y se creó un momento de autoconciencia articuladora y potencialmente revolucionaria que trajo consigo el deseo de liberación organizado aunque, como ya se dijo antes, limitado hasta el momento por las vías legales.

Estos movimientos son simples avisos, pero podrían ser el preludio del levantamiento de los pueblos indígenas, que son la negatividad y exterioridad de todo el sistema en América Latina. Si se forma una conciencia de clase y una voluntad colectiva organizada que replantee su papel en el mundo y busque emanciparse de su asignación al statu quo como simple piezas con fuerza de trabajo explotable, podremos ver en un futuro no muy lejano un movimiento revolucionario de gran envergadura.


Conclusión

La memoria sobre las múltiples determinaciones que nos han llevado hasta una constitución del ser en relación con el gran capital tiene una doble realidad. Por un lado, son el impulso del centro para mantener su dominio y, por otro lado, es el impulso de la exterioridad para pensar que todo lo que es puede ser de otra forma si se cambia la relación en que las cosas se generan y transforman en el mundo.

Las grietas de la civilización capitalista no solo abren las contradicciones sociales más severas y crueles, sino que traen consigo la apertura de nuevos horizontes que pueden ser tomados a través de la autoconciencia puesta en escena desde la voluntad colectiva organizada. El mundo del capitalismo nació bautizado en sangre extraída de su exterioridad. La construcción de una alternativa distinta se tiene que hacer limpiando esa sangre desde el pasado hasta el futuro.

Si las contradicciones sociales son la base en la cual se fundan las determinaciones del bloque histórico capitalista, la labor revolucionara consistiría en resolver esas contradicciones haciendo emerger una hegemonía distinta, organizando la voluntad colectiva a partir de la conciencia de clase organizada, resolviendo el conflicto engendrado en el valor por medio del cual se extrae las ganancias para los centros y dándole la vuelta a las relaciones de poder, donde se ha cristalizado la dominación de grupos muy pequeños sobre la gran mayoría de la humanidad.

El deber de la praxis revolucionaria consiste en hacer que la exterioridad del sistema pueda liberarse de las cadenas que la oprimen. La apología que se hace en este trabajo en relación con la autoconciencia y con la condición de posibilidad de la liberación no es más que la forma de exigir que muera la miseria de los negados.




Referencias

Dussel, E. (2006). 20 tesis de política. Buenos Aires: Siglo XXI. pp. 111-140. Recuperado de: http://enriquedussel.com/txt/Textos_Libros/56.20_Tesis_de_politica.pdf


Fanon, F. (2007). Los condenados de la tierra. Argentina: Fondo de Cultura Económica


Gramsci, A. (1986). Cuadernos de la cárcel. Tomo IV. México: ERA. Recuperado de: https://teoriaevolutiva.files.wordpress.com/2013/06/gramsci-antonio-cuadernos-de-la-carcel-t-4-cuaderno-11.pdf, pp. 235-300


Gramsci, A. (2011). Odio a los indiferentes. Recuperado de: https://marxismocritico.com/2011/10/15/odio-a-los-indiferentes/


Mariátegui, J.C. (2002). Siente ensayos de interpretación de la realidad peruana. Distrito Federal: ERA.


Marini, R. (1991). Dialéctica de la dependencia. México: ERA. Recuperado de: http://www.rebelion.org/docs/55046.pdf


Marx, K. (1989). Introducción general a la crítica de la economía política. México: Siglo XXI. Recuperado de: https://transdisciplinariedaduj.files.wordpress.com/2010/08/marx-karl-introduccion-general-a-la-critica-de-la-econimia-politica.pdf


Marx, K. (2017). El Capital. Tomo I. Vol. I. México: Siglo XXI


Marx, K. (2017). Tesis sobre Feuerbach. Obtenido de: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm


Méndez López, G. (2018). Apuntes propios sobre la conferencia “oprimidos pero no vencidos” organizada por el Seminario de Filosofía Política de la Ibero Puebla


Nietzsche, F. (2011) Así hablaba Zaratustra. México: Leyenda

Peters (28/11/2017). Huyen 5 mil indígenas en Chiapas por miedo. El Universal. Obtenido de: http://www.eluniversal.com.mx/estados/huyen-5-mil-indigenas-en-chiapas-por-miedo


Schopenhauer, A. (2018). El mundo como voluntad y representación. Recuperado de: http://juango.es/files/Arthur-Schopenhauer---El-mundo-como-voluntad-y-representacion.pdf


Villanueva, E. (2017). Manuel Velazco: Exterminio racial por inferioridad. México: Proceso. No. 2132. Obtenido de: http://www.proceso.com.mx/501396/manuel-velasco-exterminio-racial-inferioridad





Notas

[1] Marx dice en la tesis III sobre Feuerbach: “La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria” (Marx, 2018, p. 1)


[2] “la antigua sabiduría hindú dice: «Es la Maya, el velo del engaño que envuelve los ojos de los mortales y les hace ver un mundo del que no se puede decir que sea ni que no sea: pues se asemeja al sueño, al resplandor del sol sobre la arena que la caminante toma de lejos por un mar, o también a la cuerda tirada que ve como una serpiente»” (Schopenhauer, 2018, p. 26)


[3] La conciencia propia no como apología al individuo, sino como reconocimiento de la condición humana y de la singularidad de cada ser social.


[4] La categoría de Potentia está ampliamente desarrollada en las 20 tesis de política de Enrique Dussel.


[5] Nietzsche dice: "Una tabla de los valores está suspendida sobre cada pueblo. ¡Atención!: es la tabla de sus superaciones. ¡Atención!: es la voz de su voluntad de poder" (Nietzsche, 2011).


[6] Sentido común entendido desde una perspectiva Gramsciana, es decir, como la visión acrítica y digerida de una ideología que se ha hecho dominante para algunos y dirigente para otros.


[7] La palabra cosmovivencia fue recuperada del texto Filosofar en clave Tojolabal de Carlos Lenkersdor


[8] El plusvalor es el trabajo impago que se extrae del trabajador asalariado (Marx, 2017).


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