El trabajo vivo como punto de partida crítico de Marx frente al capital
- Luis Manuel Segura Román
- 24 jul 2018
- 20 Min. de lectura

Marx ha sido probablemente el pensador más traicionado, peor interpretado y hasta menos leído incluso por quienes hablan de él. Y si bien decir que Marx no es esto o aquello, no significa tampoco que sea lo contrario, sino que es otro, distinto, él mismo. Pues Marx no es un mecanicista de la estructura ni un frío científico economicista. Por muchos motivos, pero uno por encima de todos: jamás pretende hacer un análisis del concepto de capital, sino su crítica desde la categoría de trabajo vivo (lebendige Arbeit). No le interesa hacer metafísica del capital, le interesa por qué y cómo los pobres son pobres, pauper, si son ellos la fuente creadora de toda riqueza. La categoría de vida se vuelve entonces fundamental en todo su pensamiento.
Como es bien sabido por Marx, “los ‘modos de producción’ son modo de reproducción ‘de la vida’[1]”. El capitalismo, pues, no sólo produce mercancías, sino también relaciones sociales bien específicas; sin embargo, éstas “comienzan a ser parasitarias de la vida y producen muerte; se han fetichizado[2]”. Pero, como Marx mismo advertía, “no adivinamos por el gusto del trigo quién lo ha cultivado, no adivinamos en el producto el régimen y las relaciones reproducción[3]”.
La producción capitalista “no se registra del mismo modo que se produce[4]”, y su registro es esencialmente fetichista, pues afirma como punto de partida y referencia positiva al capital y no al trabajo vivo; esto es, se sitúa en el lugar lógico en el cual “lo fundado aparece como fundamento y el fundamento como fundado. Éste es el ‘misterio fetichista del capital’, es decir, un modo de ocultamiento que distorsiona la interpretación, el conocimiento de la realidad interviniéndola[5]”. Por ello Marx, para pasar de una ‘falsa conciencia’ fetichista del capital, o más bien de una “verdadera conciencia de un falso movimiento, verdadera percepción de un movimiento objetivo aparente, verdadera percepción del movimiento que se produce sobre la superficie de registro[6]”, a la crítica del capital en la superficie misma de su producción, debe hacer el proceso inverso: negar al capital para afirmar el trabajo vivo, o bien, negar la negación del capital al trabajo vivo. “Es desde el ‘trabajo vivo’ que se realiza la ‘crítica’, si recordamos que Marx efectúa la ‘crítica’ de la economía política y la ‘crítica’ del fetichismo[7]”.
Sólo situándose desde el trabajo vivo y no, inversamente, desde el capital, se tornan perceptibles algunas de las enajenaciones y contradicciones que encierra inherente e inmanentemente el capital en cuanto tal: pues ahí se desarrollan. “El trabajo es la única fuente del valor de cambio y el único creador activo del valor de uso. Eso decís. Pero, por otra parte, afirmáis que el capital es todo y el trabajador no es nada o simplemente costo de producción del capital. Os contradecís vosotros mismos. […] El trabajo lo es todo[8]”.
Desde el ‘trabajo vivo’ en su sentido más radical […] Marx inicia su tarea crítica. La […] totalidad de los entes económicos (valor, mercado, dinero, capital, etc.) no son sino diversos modos de trabajo objetivado (o sus relaciones) que como su nombre lo indica sólo es un modo de ‘externación’ del ‘trabajo vivo’. Nunca ningún economista había colocado tan en el centro de la reflexión filosófica-económica a la subjetividad humana como persona concreta, como carnalidad que juzga a toda objetivación, cosificación, valor, precio, mercado, capital... como efectos de la existencia subjetiva humana[9].
El trabajo vivo como categoría (que aparece por primera vez en los Grundrisse) se presenta en el pensamiento de Marx “frecuentemente pero sin conciencia explícita de ser una categoría fundamental. Viene a su pluma sin haber sido constituida claramente. Es la categoría más absolutamente simple desde donde brotan todas las demás (sea por afirmación de un aspecto, sea por su negación)[10]”. El trabajo vivo es el punto de partida, “el ‘desde-donde’ Marx despliega todo su discurso[11]”.
Marx no se sitúa ontológicamente desde el capital como totalidad, sino éticamente desde el trabajo vivo como exterioridad. “De ser así, no podría afirmarse que es la categoría de totalidad el momento fundamental del desarrollo dialéctico de Marx[12]”. Sin embargo el trabajo vivo, que antes gozaba de su exterioridad, será “subsumido, […] incorporado a la esencia del capital como una determinación interna[13]”, convirtiéndose así en su periferia interior[14], en su negatividad necesaria para que el capital se constituya como positividad. Dicho de otro modo, el trabajo vivo es lo que el capital debe negar para afirmarse a sí mismo. El trabajo vivo debería entonces “ser definido como la contradicción absoluta (desde la anterioridad de la exterioridad) al capital como totalidad[15]”.
Ahora bien, la singularidad del trabajo vivo como categoría en Marx es distinta a la capacidad de trabajo (Arbeitvermoegen), la fuerza de trabajo (Arbeitskraft), el proceso de trabajo y la fuerza productiva que, no obstante, bien pueden ser momentos del primero. El trabajo vivo “no es el trabajo en general, sino el trabajador mismo como subjetividad, como persona, ante el trabajo objetivado, cosificado, devenido valor, mercancía, dinero, capital: trabajo muerto[16]”. Es el trabajo que se opone al trabajo objetivado, como trabajo no-objetivado y, por tanto, como trabajo subjetivo o trabajo como subjetividad, como actividad del sujeto vivo; por ende, es el trabajador mismo, el propio cuerpo de la persona del trabajador, su propia carnalidad viva. Es, por tanto, “el nombre que incluye desde la persona y la subjetividad del trabajador hasta el punto de referencia metódico para efectuar el proceso de desfetichización o de desarrollo crítico del concepto de capital[17]”.

La única contradicción (Gegensatz) que se opone al trabajo objetivado es el no-objetivado en contradicción con el trabajo objetivado, el trabajo subjetivo [...]. En cuanto trabajo existente temporalmente y así mismo no-objetivo [...] sólo puede existir como capacidad, como posibilidad, facultad, como capacidad del trabajo del sujeto vivo. Sólo la capacidad viva de trabajo puede constituir la contradicción con el capital en cuanto trabajo objetivado[18].
La objetivación del trabajo es una de las primeras enajenaciones y contradicciones que se desprenden de la relación capital-trabajo. En esto consiste el valor (sin adjetivos ni genitivos objetivos, no valor de uso ni valor de cambio, sino valor en cuanto valor), esa gelatina de trabajo abstractamente humano objetivado[19] de la que habla Marx. Aquí “el trabajo objetivado se enfrenta materialmente al trabajo vivo como poder que lo domina y como subsunción activa del segundo sobre el primero, no por la apropiación del trabajo vivo, sino en el mismo proceso real de producción[20]”. La objetivación (que es distinto a la objetividad) del trabajo vivo es realmente objetivación del trabajador, de su subjetividad, de su vida. El sujeto se hace objeto y “el trabajo vivo del trabajador se objetiva como valor en el producto[21]”.
El trabajo vivo no tiene valor: crea valor. Es la actividad creadora de valor, siendo el trabajador su substancia creadora. El trabajo vivo, como “la subjetividad misma del trabajador, que temporalmente presente se opone al trabajo pasado; el sujeto vivo mismo como lo realmente contradictorio al capital como tal; es el trabajo ‘creador de valor’[22]”. Es la fuente (no fundamento) del valor (lo cual implica que el valor no es natural sino, en cuanto que emerge del trabajo, es siempre relacionado metabólicamente con el mundo y las relaciones sociales: es forzosamente histórico).
Lo único que se contrapone ante el trabajo objetivado es el trabajo no-objetivado el trabajo vivo. Uno está en el espacio, el otro trabajo dado en el tiempo; uno está en el pasado, el otro en el presente; uno es valor de uso incorporado, el otro se da como actividad humana en proceso y es comprendido en el proceso de estar objetivándose; uno es valor, el otro es creador de valor. Se intercambiará valor dado por la actividad creadora de valor[23].
En el intercambio del valor dado por la actividad creadora de valor se desarrolla otra contradicción y enajenación del trabajo vivo en su relación con el capital. En las relaciones sociales de producción capitalista, el trabajador se ve forzado no sólo a objetivar su trabajo, sino a venderlo bajo la forma de salario. El salario no es otra cosa que una parte del trabajo que el trabajador objetiva en un periodo de tiempo: su jornada laboral. Esto quiere decir que el trabajador intercambia su trabajo vivo por trabajo objetivado por él mismo (bajo la forma de salario); la actividad creadora de valor, por valor dado por ella misma; la fuente de valor, por una parte del valor que ella misma creó. En este intercambio desigual ocurre una inversión espectral en la cual “el trabajo realizado se manifiesta como lo opuesto a sí mismo, al trabajo vivo[24]”.
El trabajador no puede realizar para sí su trabajo, su real uso como trabajo vivo, sino para otro, para el capital(ista), como trabajo objetivado, como valor. El trabajador, por tanto, produce valor y riqueza para otro mientras él mismo se empobrece. Esto quiere decir que, dentro de las relaciones capital-trabajo, a diferencia de lo que pensaba Hegel[25], el trabajador no es tanto más libre cuanto más trabaja; muy por el contrario “es el pobre (Pauper) como personificación y portador de esta capacidad [el trabajo] para sí, aislada de su objetividad[26]”.
Dentro del capital, la “objetivación se convierte en negación[27]”. El valor mismo, como objetivación del trabajo vivo, de la subjetividad del trabajador, se convierte en negación del trabajador como sujeto, convirtiéndolo en objeto. Mientras más trabajo objetivado, menos trabajo vivo; mientras más valor del capital, menos vida del trabajador; mientras más valor realiza el trabajador, más se des-realiza él mismo; mientras más valor afirma, más se niega a sí mismo. El trabajador vive -y su trabajo vivo muere- produciendo valor para otro, para el capital del capitalista. “El dominio del capitalista sobre el trabajador es la dominación de la cosa sobre el hombre, el trabajo muerto (todten) sobre el vivo, el producto sobre el productor, [...] la mercancía sobre el trabajador[28]”. De aquí que el trabajo vivo, a pesar de ser fuente de toda riqueza, es la pobreza del trabajador. De aquí que “el enfrentamiento primero del trabajo vivo con el trabajo objetivado como dinero poseído por el futuro capitalista, aparece como pobreza[29]”.
El trabajador tiene la desgracia de ser, para el capitalista, nada más que un capital viviente y necesitado (lebendiges und beduerftiges) “que en el momento que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia, su vida[30]”. Por eso, tan pronto como la vacante producida por un trabajador puede ser cubierta, “la duración de su vida cede en importancia, mientras dura, a su productividad[31]”. Asimismo, para desgracia del trabajador, “los medios de subsistencia [...] se incorporan al capital, [...] y sólo se restituyen al trabajador una vez que éste compra su valor bajo la forma de salario[32]”. El trabajador, por tanto, “que necesita el valor del salario para su reproducción[33]”, se ve forzado a comprar en el mercado, con él, esos medios de subsistencia. “En la plaza del mercado, el capitalista y el trabajador sólo reconocen una ley, la del intercambio de mercancías[34]”.

Pero el trabajador no siempre logra siquiera objetivar su trabajo como trabajo asalariado, porque no siempre están dispuestos los capitalistas a rentar trabajo; lo cual significa, literalmente, rentar la propia corporalidad, la carnalidad misma de los trabajadores. El trabajador se ve forzado a “ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma, la que sólo existe en la corporeidad viva que le es inherente[35]”. De aquí que exclama, proclama y reclama Marx: “Mi trabajo sería expresión vital libre, por tanto goce de la vida. Bajo las condiciones de la propiedad privada es enajenamiento de la vida, pues yo trabajo para vivir, para conseguir un medio de vida. Mi trabajo no es vida[36]”.
Mientras el trabajo sea no-objetivado todavía y el trabajador sea trabajo vivo aún no subsumido como mera fuerza de trabajo objetivada, aún no como trabajo asalariado, no podemos hablar de clase social todavía. Ser pobre es antes que ser clase. “De tal manera que […] ‘trabajo vivo’ es la subjetividad o persona del trabajador, y aún la capacidad de trabajo, antes de ser subsumido el trabajo en el capital, pero es igualmente ‘trabajo vivo’ una vez incorporado o subsumido, alienado[37]”.
El trabajo vivo, como todavía no subsumido en el capital, se encuentra en condición de libre en un doble sentido: negativo, como despojado, como libre de los medios de subsistencia que necesita; positivo, como “no-trabajo objetivado, la existencia del mismo trabajo no-objetivo. El trabajo, que por un lado es la pobreza absoluta como objeto, por otro es la posibilidad universal de la riqueza como sujeto y actividad[38]”. Los capitalistas no se cansan de proclamar al trabajo como formalmente libre, pero ocultan que en el concepto mismo de trabajador libre “está ya implícito que él mismo es pauper[39]”. Esta condición libre del trabajador, en las relaciones capitalistas, no es otra cosa que su disponibilidad para el capital y su ‘liberación’ de la propiedad, es decir, despojo; y esa “disociación entre la propiedad y el trabajo se presenta como ley necesaria de este intercambio entre el capital y el trabajo[40]”, produciendo una acumulación de pobreza proporcionada a la acumulación de capital[41].
Tantos esfuerzos se requirieron para asistir al parto de las “leyes naturales eternas” que rigen al modo capitalista de producción, para consumar el proceso de escisión entre los trabajadores y las condiciones de trabajo, transformando, en uno de los polos, los medios de producción y de subsistencia sociales en capital, y en el polo opuesto la masa del pueblo en asalariados, en “pobres laboriosos” libres, ese producto artificial de la historia moderna. Si el dinero, como dice Augier, “viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla”, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies[42].
El capitalismo no ‘abolió la servidumbre’; muy por el contrario, le pone precio a su renta bajo la forma de salario, dejando al trabajador como pobre, como “efecto de la disolución del sistema anterior: Pauper ante festum; o puede ser, por el aumento de productividad (a aumento de la tasa de plusvalor relativo), un desocupado: pauper post festum[43]”. ‘Después de la fiesta’, la única objetividad que le queda al trabajador es su propia subjetividad. “La objetividad que la capacidad de trabajo posee es la carnalidad misma del trabajador[44]”. De aquí que Marx concibe de dos modos al trabajo vivo o trabajo no-objetivado:
1) Trabajo no-objetivado, concebido negativamente [...] En cuanto tal es no-materia prima, no-instrumento de trabajo, no-producto en bruto [...], el trabajo vivo existente como abstracción [...], este despojamiento total, esta desnudez de toda objetividad, esta existencia puramente subjetiva del trabajo como pobreza absoluta (absolute Armut): la pobreza no como carencia sino como exclusión plena de la riqueza objetiva. O también en cuanto es el no-valor existente, y por ello un valor de uso puramente objetivo, que existe sin mediación, esta objetividad puede ser solamente una objetividad no separada de la persona (person); solamente una objetividad que coincide con su inmediata carnalidad (Leiblichkeit) […]
2) Trabajo no-objetivado, no-valor, concebido positivamente o negatividad que se relaciona consigo misma: es la existencia no-objetivada, es decir, inobjetiva, o sea subjetiva del trabajo mismo. El trabajo no como objeto, sino como actividad; no como autovalor, sino como la fuente viva del valor (lebendige Quelle des werts) [...] La pobreza absoluta como objeto [...] es la posibilidad universal de la riqueza como sujeto y como actividad[45].
Que la pobreza absoluta como objeto sea la posibilidad universal de la riqueza como sujeto, constituye otra de las enajenaciones y contradicciones del capital. La subsunción del trabajo vivo al capital hace aparecer ahora al primero como determinación del segundo, y no al revés. “Tan pronto se inicia el proceso del trabajo, el trabajo vivo […] se incorpora al capital como actividad perteneciente a éste[46]”.
El capital posee, incorpora, subsume en su ‘interior’ a una persona: el trabajador en tanto que trabajo vivo. Pero esta incorporación no deja al trabajo vivo tal y como era antes de ser incorporado, sino que lo subsume en cuanto pobreza absoluta como objeto, deviniendo el capital la riqueza como sujeto, de tal modo que la fuerza vivificante del trabajo parece pasar de él al capital: “se convierte en fuerza del capital, no del trabajo[47]”. El trabajo vivo, como subjetividad del trabajador, o sea como sujeto, parece convertirse en objeto fundado por el capital, deviniendo éste, aparentemente, el sujeto fundante. “De este modo, el capital se convierte en un ser muy misterioso, pues todas las fuerzas productivas parecen nacer en su seno y pertenecerle[48]”.
Desde el momento en el que “el ‘trabajo vivo’ deviene capital, queda determinado como un ‘ente (Dasein)’, como una determinación del capital. Pierde su ‘exterioridad’ que gozaba (en cuanto pobre era negatividad, pero al mismo tiempo libertad, exterioridad con respecto al capital)[49]”.
El momento en que el trabajo vivo era todavía in-determinado frente al capital, su momento de libertad y exterioridad frente a él, se desvanece como lo sólido en el aire al ser incorporado, transformado institucionalmente en trabajo asalariado, explotado, dominado y enajenado en la totalidad del capital o al capital como totalidad. “Totalizar la exterioridad, sistematizar la alteridad, negar al otro como otro es la [enajenación]. [Enajenar] es vender a alguien algo; es hacerlo pasar a otro posesor o propietario. La [enajenación] de un pueblo o individuo singular es hacerle perder su ser al incorporarlo como momento, aspecto o instrumento del ser de otro[50]”. El trabajo como trabajo vivo ha sido trans-sustanciado en trabajo como capital, como una determinación del capital. El capital, por tanto, presenta contradictoriamente al trabajo “como trabajo ante sí mismo ajeno y en el que él mismo se presenta como propiedad ajena al trabajo[51]”.
La enajenación del trabajo vivo, como determinación de la totalidad del capital, es también su negación. El capital es negación del trabajo, o bien, no-trabajo. El trabajo vivo, en cambio, como exterioridad al capital y como trabajo no-objetivado, no puede ser sino no-capital. “En cuanto capital, el dinero sólo está en relación con el no-capital, la negación del capital, y sólo en relación con la cual es capital. Lo que es efectivamente no-capital es el trabajo mismo[52]”. Del mismo modo el capital, como no-trabajo, es el trabajo de los no-capitalistas: los trabajadores; y el trabajo, en cuanto no-capital, es el capital de los no-trabajadores: los capitalistas. La objetividad del trabajo vivo se pone entonces “como su propio No-ser, o como el Ser de su No-ser: el del capital[53]”. Pero el No-ser no es la nada: tiene realidad como pobreza absoluta. La pobreza de los trabajadores vuelve así perceptible que la riqueza, como capital, niega a quien la crea, a los trabajadores, porque los convierte en su No-ser objetivo.
La pobreza absoluta de los trabajadores no es sino resultado de la riqueza ajena, enajenada, para otro, para el capitalista; y viceversa, la riqueza no puede ser sino resultado de la pobreza ajena, para otro, para los trabajadores que son su fuente sufriente. La acumulación de riqueza en manos de pocos es posible por el aumento de pobreza para muchos. Lo que para unos pocos es acumulación de capital, para otros se traduce en aumento de trabajo y, para otros, en desempleo (puesto que, en vez de emplear más trabajo, el capital tiende a emplear menos pero más explotado: es más barato). Entonces sí, “sabemos de dónde proviene la carencia […] La carencia es preparada, organizada, en la producción social. […] Es el arte de una clase dominante, práctica del vacío como economía de mercado: organizar la escasez, la carencia, en la abundancia de producción[54]”. El capitalismo y el mundo de las mercancías, más que ser modos de producción de riqueza, son sobre todo modos de (re)producción de pobreza y, por ello, de muerte.
El trabajo vivo, negativamente, siendo la persona misma o la subjetividad del trabajador como actividad, no sólo no posee nada, sino que le ha sido coactivamente robada toda objetividad fuera de su propia “carnalidad”. Pobreza y subjetividad creadora […] aparecen […] simultáneamente como momentos indivisibles del “trabajo vivo” en su originaria manera de presentarse en el “mundo de las mercancías”: en el mercado del trabajo de los que todavía no han vendido su misma persona. Es por ello que el “trabajo vivo” es el trabajo real como subjetividad, como la persona del trabajador en su posición de lo absolutamente contradictorio en el capital en cuanto tal[55].
La definición misma del capital es ya, desde su seno, absolutamente contradictoria: como valor que se valoriza. Esto quiere decir que éste, en cuanto que es valor, supone la subsunción

del trabajo objetivado en él (por lo que es equivalente decir que el capital es trabajo objetivado que se valoriza); pero, por otra parte, en tanto que se valoriza, para hacerlo necesita subsumir otra mercancía cuyo uso efectivo produzca valor, una mercancía que tenga “la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, sea objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor[56]”. Esta peculiar mercancía no es otra que el trabajo vivo (lo cual implica que se mercantiliza al trabajador mismo, el cual “aparece como una fuerza de trabajo meramente objetiva, como una mercancía[57]” sujeta a la ley del intercambio mercantil donde el capitalista, al igual que cualquier otro comprador, “procura extraer la mayor utilidad posible del valor de uso que tiene su mercancía[58]”). “El trabajo vivo deviene así un medio del trabajo objetivado, para conservarlo y acrecentarlo[59]”. Es el trabajo vivo lo que agrega al dinero la determinación de valorizarse: lo que agrega el plusvalor.
El plusvalor no surge de la nada del capital, sino que “pone al trabajo vivo como medio de la producción de ese valor[60]”, es decir, surge de la nada del trabajador, de su plustrabajo. El plustrabajo es el trabajo impago; lo cual se traduce, para el trabajador, como trabajo robado. “Ello es sólo posible cuando el trabajo objetivado en el precio del trabajo es menor que el tiempo de trabajo vivo que ha sido comprado con él[61]”. Es decir, se paga (como salario) sólo una parte del trabajo total empleado, sólo el trabajo objetivado como valor, el trabajo que transmite su valor al producto, pero no el trabajo vivo que crea valor desde su propia carnalidad viviente (y doliente, pues sufre hambre, cansancio, sed, etcétera). “El trabajador que ofrece su corporalidad creadora de riqueza, su capacidad de trabajo, como el limosnero que implora los medios de subsistencia, es el otro (absolutamente contradictorio al capital) que provoca al justo intercambio -pero que será sin embargo engañado[62]”. El capital no es otra cosa que una estafa hecha al trabajador. “Todo lo demás son corolarios, conclusiones[63]”.
El capital es entonces trabajo objetivado, muerto (el valor del dinero) que subsume trabajo vivo para valorizarse; por tanto, el trabajo vivo se enfrenta al trabajo pasado, “la actividad al producto, el hombre a la cosa, el trabajo a sus propias condiciones objetivadas como sujetos ajenos, independientes y autónomos, como personificaciones del trabajo mismo, que se lo apropian en lugar de ser apropiados por él[64]”.
Al transformar el dinero en mercancías que sirven como materias formadoras de un nuevo producto o como factores del proceso laboral, al incorporar fuerza viva de trabajo a la objetividad muerta de los mismos, el capitalista transforma valor, trabajo pretérito, objetivado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí mismo, en un monstruo animado que comienza a “trabajar” cual si tuviera dentro del cuerpo el amor[65].
Sin embargo la vida que parece tener el capital no es más que la que ha quitado previamente a los trabajadores. La acumulación y el flujo de capital son acumulación y flujo de carne y sangre. El capital surge desde la carnalidad viva de los trabajadores, al arrebatarla e incorporarla como anatomía propia. “En esta ‘relación social’ práctica […] consiste el capital en su esencia[66]”. En ello consiste la creación y acumulación del capital. “En efecto, para Marx la diferencia esencial entre la categoría ‘dinero’ y ‘capital’ estriba en que la primera es sólo trabajo ‘objetivado’, mientras que la segunda subsume o incorpora al trabajo ‘vivo’ como su determinación esencial[67]”.
Pero súbitamente se alza la voz del obrero, que en el estrépito y agitación del proceso de producción había enmudecido: […] Bien puedes ser un ciudadano modelo, miembro tal vez de la Sociedad Protectora de los Animales y por añadidura vivir en olor de santidad, pero a la cosa que ante mí representas no le late un corazón en el pecho. Lo que parece palpitar en ella no es más que los latidos de mi propio corazón[68].
El trabajo vivo es la contradicción absoluta del capital: es la vida subjetiva del trabajador, frente a su trabajo objetivado o el objeto trabajado; la persona misma como corporalidad viviente, como la carnalidad del trabajador, frente a la cosa autonomizada; el trabajo presente como tiempo vivo, frente al trabajo pasado como tiempo vivido; la actividad trabajo, frente a la mercancía trabajo que se compra con/se vende por salario; el no-capital, frente al capital como no-trabajo; la fuente creadora de valor, frente a la parte de valor dado; lo sin valor, frente al trabajo valorizado y el capital que se valoriza; el ‘desde donde’ se hace la crítica, frente al ‘lugar’ fetichizado del capital autorreferente; la forma viva de la persona como persona y la cosa como cosa, frente a la inversión espectral fetichista de la cosa como persona y la persona como cosa, es decir, frente a la personificación de la cosa y la cosificación de la persona; la anterioridad o exterioridad al capital, frente a la determinación enajenada, subsumida como momento de la totalidad del capital.
El capital “acentúa hasta el límite las contradicciones que le son propias[69]”. No se enfrenta a su situación enajenada, enajenante y contradictoria desde afuera, “puesto que de ella vive y encuentra en ella a la vez su condición y su materia, y la impone con toda su violencia. Su producción y su represión soberanas no pueden ejercerse más que a este precio[70]”. Y si el trabajo vivo es la contradicción viva del capital, el capital es la contradicción que mata al trabajo vivo. El trabajo muerto, incorporado como capital, no es una mera tasa económica sino, literalmente, personas muertas, matadas por el capital. Que el trabajo vivo, en el capitalismo, está destinado a convertirse en trabajo objetivado, en trabajo muerto, significa que el capital destina a los trabajadores a la muerte. El capital y el capitalismo, si no son mortales, son asesinos; y siendo esto así, quedando los trabajadores reducidos al dilema elaborado por las contradicciones del capital, limosna o muerte, “lo sorprendente no es que la gente robe, o que haga huelgas; lo sorprendente es que los hambrientos no roben siempre y que los explotados no estén siempre en huelga[71]”.
Bibliografía:
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Arditi, Benjamín, La política en los bordes del liberalismo: diferencia, populismo, revolución, emancipación, Barcelona: Gedisa, 2010
Deleuze, Gilles y Félix Guattari, El Anti Edipo, Barcelona: Paidós, 1985
Dussel, Enrique, 20 tesis de política, México: Siglo XXI, 2006
-Filosofía de la liberación, Buenos Aires: La Aurora, 1985
-Historia de la filosofía latinoamericana y filosofía de la liberación, Bogotá: Nueva América, 1994
Hegel, G. W. F., Fenomenología del Espíritu, México: F CE, 1966
Marini, Ruy Mauro Dialéctica de la dependencia, México: Era, 1974
Marx, Karl, El Capital, I, España: Siglo XXI, 1981
-Cuaderno de París. Notas de lectura de 1844, México: Era, 1974
-Grundrisse, México: Siglo XXI, 1980
- Manuscritos del 1861-1863, México: Siglo XXI, 2007
- Manuscritos económico filosóficos, Madrid: Alianza, 1968
[1] Enrique Dussel, “Filosofía de la liberación” en Fundamentación de la ética y filosofía de la liberación, México: Siglo XXI, 2012, pp. 90-91
[2] E. Dussel, 20 tesis de política, México: Siglo XXI, 2006, p. 131
[3] Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti Edipo, Barcelona: Paidós, 1985, p. 31
[4] Ibid., p. 20
[5] Dussel, 20 tesis de política, p. 42
[6] G. Deleuze y Félix Guattari, op. cit., p. 19
[7] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en Historia de la filosofía latinoamericana y filosofía de la liberación, Bogotá: Nueva América, 1994, p. 212
[8] Karl Marx, Manuscritos del 1861-1863, México: Siglo XXI, 2007, Cuaderno XIV
[9] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., pp. 216-217
[10] Ibid., p. 214
[11] Ibid., p. 205
[12] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 205
[13] Ibid., p. 205
[14] Cf. Benjamín Arditi, La política en los bordes del liberalismo: diferencia, populismo, revolución, emancipación, Barcelona: Gedisa, 2010
[15] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit, p. 205
[16] Ibid., p. 209
[17] Ibid., p. 212
[18] K. Marx, Grundrisse, México: Siglo XXI, 1980, p. 212
[19] Cf. Marx, El Capital, I, España: Siglo XXI, 1981, cap. I
[20] Marx, Grundrisse, p. 220
[21] Dussel, 20 tesis de política, p. 32
[22] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit, p. 207
[23] Marx, Manuscritos del 1861-1863, p. 30
[24] Marx, Grundrisse, p. 1410
[25] Cf. Hegel, “Señor y siervo” en Fenomenología del Espíritu, México: FCE, 1966
[26] Marx, Grundrisse, p. 35
[27] Dussel, 20 tesis de política, p. 33
[28] Marx, Grundrisse, p. 64
[29] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 211
[30] Marx, Manuscritos económico filosóficos, Madrid: Alianza, 1968, pp. 123-124
[31] Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, México: Era, 1974 p. 45
[32] Ibid., p. 58
[33] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 210
[34] Cf. Marx, El Capital, I, cap. VIII, p. 280
[35] Marx, El Capital, I, cap. IV, p. 203
[36] Marx, Cuaderno de París. Notas de lectura de 1844, México: Era, 1974, p. 156
[37] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 211
[38] Marx, Grundrisse, p. 148
[39] Ibid., p. 110
[40] Ibid., p. 147
[41] Cf. Marx, El Capital, I, cap. XXIII
[42] Marx, El Capital, I, cap. XXIV, p. 950
[43] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 208
[44] Marx, Grundrisse, p. 147
[45] Marx, Grundrisse, p. 235-236
[46] Marx, Teoría del plusvalor, apud. Dussel, 20 tesis de política, p. 41
[47] Marx, Grundrisse, p. 303
[48] Marx, El Capital III, apud. Deleuze-Guattari, El Anti Edipo, p. 19 (las cursivas son mías)
[49] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 209
[50] Dussel, Filosofía de la liberación. Buenos Aires: La Aurora, 1985, p. 66
[51] Marx, Grundrisse, México: Siglo XXI, 1980, p. 1474
[52] Ibid., p. 215
[53] Marx, Manuscritos del 61-63, pp. 147-148
[54] Deleuze-Guattari, El Anti Edipo, p. 35
[55] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 208
[56] Marx, El Capital, I, cap. IV, p. 203
[57] Marx, Grundrisse, p. 52
[58] Marx El Capital, I, pp. 280
[59] Marx, Grundrisse, p. 99
[60] Ibid., p. 203
[61] Ibid., p. 262
[62] Dussel, Filosofía de la liberación, p. 56
[63] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 211
[64] Marx, Grundrisse, p. 1473
[65] Marx, El Capital, I, cap. V, p. 236
[66] Dussel, “Filosofía de la liberación” en op. cit., p. 92
[67] Dussel, “Trabajo vivo y filosofía de la liberación latinoamericana” en op. cit., p. 206
[68] Marx, El Capital, I, pp. 280-281
[69] Marini, Dialéctica de la dependencia, p. 53
[70] Deleuze-Guattari, El Anti Edipo, p. 39
[71] Ibid., p. 36
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