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Breve crítica a la colonialidad mexicana: respuesta a Diego Fernández de Ceballos

  • José Pablo Segura Román
  • 18 sept 2018
  • 6 Min. de lectura

[...] Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los cristianos desde que llegaron a aquella isla de Cuba, como quien los conocía, y defendíase cuando los topaba, y al fin lo prendieron. Y sólo porque huía de gente tan inicua y cruel y se defendía de quien lo quería matar y oprimir hasta la muerte a sí y a toda su gente y generación, lo hobieron vivo de quemar. Atado al palo decíale un religioso de San Francisco, santo varón que allí estaba, algunas cosas de Dios y de nuestra fe (el cual nunca las había jamás oído), lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban, y que si quería creer aquello que le decía, que iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso, y si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. Él, pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique, sin más pensar, que no quería él ir allá, sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente. Ésta es la fama y honra que Dios y nuestra fe ha ganado con los cristianos que han ido a las Indias. -Fray Bartolomé de las Casas

Hace aproximadamente 500 años llegó a nuestro mundo la espada europea y el encubrimiento de lo que hoy llamamos América, trayendo consigo la bandera del progreso y del desarrollo del capitalismo como sistema mundo. Dentro de este supuesto progreso, apareció una exterioridad necesaria del sistema, utilizada y estetizada como basural y como el lastre que impide el desarrollo de la pureza del hombre blanco europeo. Esta negatividad es hoy llamada como “indígena”, o bien, como “pobre”, pues el significado de uno u otro término se ha hecho en este bloque histórico una especie de sinónimo trágico.

Este pobre, o indígena carga consigo el peso de todo el progreso capitalista, se hinca y ofrece sus brazos debilitados por el hambre para recibir un pequeño pedazo de pan que le trae el hombre del progreso, el hombre blanco que, hoy en día, ya no es solo europeo, sino también angloamericano o latino con problemas de identidad y con suficiente billete estadounidense en el bolsillo. Este pequeño pedazo de alimento de un lado tiene el nombre de filantropía, del otro, tiene el nombre de supervivencia.


El hombre blanco “filantrópico” extiende su mano con la palma hacia abajo y suelta poco a poco migajas de ese pan para mantener vivo al hombre pobre que “no da la vida por supuesto” (Sobrino) y que tiene que llegar a trabajar y someterse frente a una totalidad que lo niega y lo humilla. Esta negación económicamente necesaria trae consigo una respuesta político-cultural que se manifiesta como necropolítica y racismo.


En la parte necropolítica no hay mejor manera de expresarse que como lo hace el gobernador de Chiapas, Manuel Velazco, quien, de acuerdo con la revista Proceso, dice claramente en relación con los pueblos indígenas:


Se trata de grupos inferiores que no desarrollaron plenamente sus funciones cerebrales y, por esa razón, se han convertido en una amenaza al desarrollo del Estado. -La principal estrategia para- abatir esa amenaza histórica que los gobiernos anteriores dejaron crecer -se encuentra en- menguar y eliminar su reproducción al introducir factores inversos de transferencia para hacerlos más sensibles a enfermedades comunes para evitar su visibilización pública, así como encarecerles los servicios médicos básicos (Villanueva citado a Velasco, 2017).

Es decir que, desde este planteamiento, hay un deber social de exterminio de esos seres “que no desarrollaron plenamente sus facultades mentales”, pues su miseria se convierte en la miseria del progreso de los proyectos capitalistas del sistema mundo. Empero, esta idealización fascista en relación con el indio trae en la positividad del discurso una especie de apología a las clases dominantes y una especie de racismo[1] discreto frente a las distintas naciones negadas por el ego conquiro.

Este tipo de discursos, emanados desde la positividad del sistema, aparecen desde la rama histórico-política de distintos sujetos hegemonizados con la idea de progreso y de capitalismo (que, a fin de cuentas, son dos formas de nombrar al mismo monstruo) pues ahí se añade el ingrediente moralista que carga de prejuicios históricos el pasado de todos los pueblos que, a fin de cuentas, son lo mismo desde los monumentales metadiscursos de los privilegiados de arriba y de los ingenuos arribistas. El ejemplo que se pretende exponer en este pequeño trabajo es escrito por pluma de Diego Fernández de Ceballos, cúpula de la élite panista.

En un discurso dirigido a los miembros del Partido Acción Nacional redactado en 1992, Diego hace referencia desde una perspectiva monumental[2] a los conquistadores de Nuestra América diciendo que él y otros están “en contra de todo falso indigenismo que extraña, expresa o veladamente, cualquier idea antihispanista y están en contra de ello porque en función del ser nacional es falso y demagogo”. Aquí se delata en el discurso un engaño y un lapsus fascista.

El engaño está en la palabra “antihispanista” pues Diego vela con esta palabra el verdadero objeto de la crítica decolonial, que es la propia colonialidad. Al hablar de estar en contra de cualquier discurso antihispanista, en realidad está encubriendo con eufemismos aquello contra lo que lucha, pues Diego en realidad nos estaría diciendo que está en contra de todo indigenismo que esté en contra de la colonialidad, pues la hispanidad no puede entenderse en América sin su carga colonial impuesta en la frente de los colonizados con metales al rojo vivo.

En cuanto al lapsus fascista, Diego se delata diciendo que está en contra de los discursos indigenistas antihispánicos porque “en función del ser nacional es falso y demagogo”. A Fernández de Ceballos pareciera que le hace falta hacerse la pregunta de ¿quién instituye el ser nacional y por medio de qué mecanismos de poder y de dominación? Además, parece que Diego tiene pequeños problemas de identidad y de potencia (inclusive sexual) porque apela a lo UNO, a lo grande y monumental del ser nacional, y parece que excluye a todo discurso que vaya a contracorriente de los enunciados oficiales de los vencedores. Es decir que, en su “verdad”, no hay más que pura voluntad de poder pervertida en voluntad de dominación, por lo que recurre a discursos neutralizadores que terminan de aplastar al pobre-indígena y de hacer apologías a los discursos que transgreden la gran espada fálica del conquistador.

Por otra parte, Diego continúa con su discurso diciendo que “América, quiérase o no reconocer, era lugar que habitaban razas, castas, tribus, que debatían en su lucha por sobrevivir; que padecían constantes y sangrientas guerras y donde […] los fuertes, explotaban, mataban y se comían a los débiles. Solo por ello fue posible la conquista” Es decir, que comienza a hablar de una especie de carencia ética de los indígenas, de la misma forma en que Gines de Sepúlveda lo había hecho siglos atrás, sin siquiera escuchar los argumentos de los grupos que están siendo juzgados.

Sumado a lo otro, Diego justifica el éxito de la conquista por medio de una especie de darwinismo social que, según Diego, las culturas indígenas ya venían practicando desde tiempo atrás. Con esto solo se delata la ignorancia provocada por los prejuicios de los conservadores, o bien, la derecha, pues se está haciendo omisión del arma política y de pólvora que aventajaba a los europeos conquistadores, se está haciendo omisión de la plurinacionalidad existente en lo que hoy en día es territorio mexicano y, con ello, está haciendo una mezcolanza de costumbres culturales. Además, tal y como ya se había dicho antes, se ignora completamente la pretensión universal de verdad de la cosmovivencia[3] indígena.

Finalmente, Diego termina diciendo “¿quién le rinde homenaje y quién guarda un minuto de silencio para los que la hicieron -la conquista-?, para mil españoles que dejaron aquí sus vidas y los realizadores auténticos de la conquista.” Seguramente, le responderían los indígenas que se llevaron a la tumba esos miles de españoles, las mujeres indígenas violadas, los niños sin padre, los pobres de hoy, las víctimas del presente y del mañana: “nosotros no señor Diego, nosotros tenemos dignidad”.

Referencias De las casas, B. (1982). Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Antioquia: Universidad de Antioquia

Fernández de Ceballos, D. (1992). ¿Quién rinde homenaje a quienes hicieron la conquista? En J. Félix Báez (coord.). Memorial del etnocidio. México

Villanueva, E. (2017). Manuel Velazco: Exterminio racial por inferioridad. México: Proceso. No. 2132. Obtenido de: http://www.proceso.com.mx/501396/manuel-velasco-exterminio-racial-inferioridad

Notas

[1] un fascismo nacido de la negación económicamente necesaria

[2] Se toma la categoría de historia monumental de la segunda intempestiva de Nietzsche

[3] Cosmovivencia es un concepto que utiliza Carlos Lenkersdorf en sus investigaciones en torno a los Tojolabales para aclarar que estos no tienen como sentido dominante la vista y, por lo tanto, rebasan el concepto de cosmovisión


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