Diseño para el buen vivir
- Ana Yamilé Ventura Gómez
- 3 oct 2018
- 4 Min. de lectura

La disciplina del diseño se ha caracterizado por ser la disciplina de la “gente bonita”. Cuando nos tocan las clases de teoría e historia veo como se busca que no perdamos nuestra ventaja competitiva de ser gente bonita y, a la par, se comienza con un juego perverso. Pero la pregunta es ¿cómo interpretar qué es ser una persona bonita? La respuesta la encontramos en los estereotipos que tenemos en la sociedad occidental, los cuales hablan de personas blancas, pudientes, que si tienen ascendencia Europea, mejor.
Esto se refleja en los imaginarios que tenemos como personas que ejercemos el diseño. Hay muchos textos que hablan del buen diseño; en todos los congresos, asambleas, seminarios y más opciones de diseño, nunca falta la persona que pregunta ¿qué es buen diseño? Y así poco a poco hemos creando estructuras de poder que han creado una ideología dominante de que es buen diseño.
Antonio Gramsci, filósofo italiano, plantea el concepto hegemonía cultural. Dice que es la dominación que ejerce una persona o grupo de posición para imponer sus propios valores, creencias e ideologías para configurar y sostener un sistema político y social.[i] Esto lo relaciono con que hemos normalizado al buen diseño como la verdad del diseñador; y gracias al lenguaje que utilizamos hemos generado discursos que radican en si algo es bonito o feo, normal o anormal,[ii] sobre todo de buen diseño o mal diseño. Esto a la larga ha permitido que el ejercicio del diseño, sea un ejercicio dominado por un factor hegemónico.
Un problema de la hegemonía cultural que vivimos en el diseño, es que generamos dinámicas de poder que permiten el miedo, la exclusión y rechazo a lo distinto por nuestro narcisismo. Esto ha hecho de nuestro horizonte algo muy pequeño que reproduce todo desde la matriz del yo, conllevándonos a generar una violencia sistémica complementada por la ideología dominante que ve la autenticidad expresada a través del consumo (Byung-Chul Han, 2016). Esto se ve reflejado en que el ejercicio de diseño busca expresar su diferencia en diseñar miles de productos para cierto estrato social y se olvida de diseñar desde la diferencia.
Un claro ejemplo de la expulsión de lo distinto, son los procesos de híper-tecnologización que estamos viviendo. Esta expulsión se ve reflejada cuando las personas que no viven en contacto con este estilo de vida, lo hacen, y se vuelven inmigrantes en su propio mundo, mientras son despojados de su dignidad para contribuir al “progreso”. Comenzar a ver la alteridad del otro requiere deconstruir nuestros imaginarios como sociedad para que a través de espacios de contacto con la diferencia logremos socializar el miedo y así construyamos una sociedad más justa a través del descubrimiento del otro.[iii]
Durante mi ejercicio del diseño, más que socializar con personas de mi gremio, me he dedicado a ver cómo puedo incidir en el mundo. Me he topado con muchas realidades, la más esperanzadora ha sido descubrir al diseño como herramienta que hace visible ideas de otros mundos. Sin embargo, pienso que no se trata de sólo de ir y tener una charla amena con la diferencia, sino de que a la diferencia se le reconozca como digna y dueña de sus propias luchas.[iv]
También creo que es posible liberar al diseño de la ideología dominante, pero esto requiere de abrir las brechas homogéneas que tenemos, y utilizar nuestra sensibilidad para construir un mundo que ve en el diseño un acto revolucionario, más allá de la tecnología y de los altos edificios, que se comprometa con las personas y las problemáticas que vivimos en nuestro mundo día a día. Pero para esto es necesario que aprendamos a caminar en la obscuridad y que dejamos de destinar el diseño a la construcción de ideas universales y comencemos a construir un diseño crítico, con contenido y carácter social; el cual tiene como horizonte el buen vivir como utopía social.
Este buen vivir, tiene sus orígenes en “Lekil Kuxlejal” que significa en tseltal armonía de vida, orden, unión, integración del individuo, la comunidad y la naturaleza. Este sistema busca condiciones para la experiencia en armonía entre las personas y tiene un horizonte por encima del desarrollo, e implica una formación y una organización encaminada al mejoramiento de la vida en común, con la intención de fortalecer una ética ciudadana que permita la reconstrucción de tejido social.[v]
El diseño se ha ejercido a manera de proyectar futuros deseables y huir del dolor, pero sólo hemos evitado la desgracia sin siquiera sentir felicidad. Sin embargo, cuando socializamos el dolor, somos capaces de pensarnos desde la historia, esa que no sólo habla desde los ganadores; sino que dialoga desde las personas que son violentadas, expulsadas u oprimidas, ya que son testimonio de lo que hay que solucionar.
Por ejemplo, parte de esos testimonios son las redes de apoyo al Consejo Nacional Indígena, quienes dicen “no estamos soñando, estamos recordando”. Esta cosmovisión habla de que la historia es la fuerza más poderosa, ya que esta nos permite comprometernos con el mundo para transformalo. Pero aún hace falta construir muchos puentes para descubrir ¿Dónde están las raíces del diseño que no es hegemónico? Y ¿Qué habilidades tenemos que obtener como diseñadores para apoyar a la construcción de un horizonte que nos acerque al buen vivir?
Referencias
[i] Luciano Gruppi. (1978). El concepto de hegemonía en Gramsci. 2018, de Gramsci Org. Sitio web: http://www.gramsci.org.ar/GRAMSCILOGIAS/gruppi-heg-gramsci.htm
[ii] Foucault, Michel (1991). La arqueología del saber. México: Siglo XXI
[iii] Byung-Chul Han. (2016). La expulsión de lo distinto. Barcelona, España: Herder Editoria,
[iv] María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera. (2018). Los discursos de la pobreza y la legitimación del poder. México. Seminario de Servicio Social Universidad Iberoamericana Puebla.
[v] Centro de Investigaciones y Acción Social por la Paz. (2017). Programa de Reconstrucción del Tejido Social. México: CIAS por la Paz.
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