El hombre en los ojos de Zaratustra
- José Pablo Segura Román
- 3 oct 2018
- 7 Min. de lectura

“¿Qué es ese hombre? Una maraña de serpientes salvajes, que rara vez tienen paz entre sí; y entonces cada una se va por su lado, buscando botín en el mundo” (Z. “Del pálido delincuente”, p. 40)
El canon de la filosofía europea se ha preocupado hasta nuestros días por conseguir dar una respuesta a la interrogante sobre qué es el hombre; tanto los griegos, como los idealistas alemanes y otras tradiciones filosóficas europeas no pudieron desprenderse de este cuestionamiento para realizar su labor y, por supuesto, Nietzsche no es la excepción. En su obra puede verse un movimiento dentro de su pensamiento y, si bien, sus interpretaciones sobre el hombre se han dado al compás de la evolución de la vida de Nietzsche, se tratará de exponer brevemente sus ideas del hombre en el primer libro de Así habló Zaratustra.
Para comenzar, me atrevería a decir que hay más de una clase de hombre en el Zaratustra, pues sería imposible hablar de la misma forma del último hombre, que del hombre creador, en el cual podría entrar el propio Zaratustra. A continuación, describiré brevemente a ambos tipos de hombres:
El llamado último hombre es pesado, se antepone a la llegada del superhombre y se engaña a sí mismo, es una criatura venenosa que puede estudiarse en múltiples fragmentos del Zaratustra. Esta figura aparece por primera vez en el quinto aforismo del prólogo, donde se afirma con toda claridad que es el ser más despreciable (Z. “Prólogo, §5). Como características puede verse que desconoce el amor, la creación, el anhelo[1] y, al mismo tiempo, es rebaño, débil y manso, pues no es capaz de superarse ni de enfrentar conflicto alguno; su miedo es el sufrimiento y prefiere envenenarse de sueños agradables y morir de ese mismo veneno[2]. En De los trasmundanos Zaratustra añade a la figura de este hombre pesado (ahora llamado trasmundano) otras cualidades: desea perderse a sí mismo, aparta la vista de su sufrimiento y se oculta en las cosas celestes mientras desprecia su propio cuerpo[3]. Este hombre es, en otras palabras, una especie de ser autodestructivo, que se ha olvidado de que es creador y se limita a prevenir las desgracias por medio de ilusiones, sin tan siquiera extraer algún tipo de felicidad[4].
En contraposición, se encuentra el hombre creador, que afirma y es ligero. Este hombre es una cuerda suspendida entre el animal y el superhombre y, al saber que no es el fin ni la referencia de todas las cosas, le da la bienvenida a su ocaso. El hombre que construye tiene ya sus primeros rayos de luz en el texto De las tres transformaciones, pues en este texto que trata el juego del espíritu, se esclarece cómo el hombre creador es capaz de transformar su espíritu en niño[5] y, por lo tanto, se hace “un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí” (Z. “De las tres transformaciones”, p. 32). Este hombre, capaz de transformar su espíritu en niño, tiene la suficiente fuerza como para superarse a sí mismo, es decir, de transformar su sufrimiento en luz. Además, a diferencia del último hombre, el que es creador se desprende de sus fantasmas, afirma la existencia desde su propio cuerpo (leib), desprendiéndose así, de la idea de que tiene un alma inmortal. El hombre que afirma vive la vida con toda su intensidad, como si cada instante lo fuese a revivir una y otra vez, porque es consciente de que vive en tanto tiene cuerpo y, por lo mismo, escucha a su cuerpo, que se entiende como la gran razón, como el sí-mismo[6]. Este hombre ya no vive oculto en la fantasía de que algún día correrá libremente su alma fuera de sí, porque sabe que su alma es un reflejo de su cuerpo, no es algo del “más allá”, sino que es algo del “más acá”.
Tras esclarecer que hay más de un tipo de hombre, ahora las preguntas que tocarían tratar serían otras: ¿existe un término general en Zaratustra para hablar de “hombre”? ¿Si este término existe, qué es el hombre en un plano más general? Si bien, en este pequeño ensayo no se puede dar una respuesta completa, puede que haya algunas aproximaciones para acercarse a algo más concreto.
En primera instancia, puede decirse que tanto en el último hombre, como en el hombre creador hay rasgos comunes que pueden ampliarse a un concepto más extenso de lo que implicaría ser hombre. Dentro de estos rasgos se encuentra, por ejemplo, que ambos tipos lidian con su medio, o bien, su naturaleza, así como consigo mismos. Más allá de si uno, el hombre creador, afirma y cree algo frente a la batalla con esta naturaleza, u otro, el último hombre, la niegue y desprecie, en ambos casos hay siempre relación entre el sujeto y su entorno[7]. Este sujeto se encuentra en un conflicto que proviene, por una parte, de una fuerza externa, por ejemplo, en el campo social, desde su moral consecuente de la voluntad de poder[8] y, por otra, de la batalla con fuerzas internas, como el deseo, la represión de ese deseo, la máscara del yo y, también, el sí-mismo que se antepone al yo. Este entramado provoca que el hombre pueda entenderse como una telaraña de múltiples relaciones de fuerza.
Asimismo, los hombres pueden ser vistos desde los ojos de Nietzsche y Zaratustra, no como sujetos acabados, sino como barcos encausados en el río del devenir[9], como seres en constante creación y destrucción, en tanto cambian lo que están siendo por consecuencia de las ya mencionadas relaciones de fuerza. Ya desde las tres transformaciones o, inclusive desde el prólogo, Zaratustra nos da ilustraciones del hombre en clave de movimiento[10].
Finalmente, puede señalarse un último punto que le concierne tanto al último hombre, como al hombre creador, pues ambos obedecen a algo más allá de la razón, uno obedece a sus fantasmas, a sus creaciones morales y metafísicas que, en última instancia, son el propio sí-mismo, mientras que el otro escucha de una forma más directa a su cuerpo, es decir, de nuevo a su sí-mismo. Este sí-mismo es creador de yo y de todos los impulsos que de él se desprenden, incluyendo el deseo del saber, por lo que el hombre, en este sentido, no puede entenderse como un “ser esencialmente racional”, tal y como se entiende en casi toda la tradición europea, sino que solo puede entenderse como un ser que obedece a los deseos de su cuerpo[11], pues éste está en un plano anterior y superior.
Ya hemos visto, pues, que el hombre puede dividirse en por lo menos dos clases de hombre, en últimos hombres y en hombres creadores, así como hemos visto que existen algunas características comunes para un término más genérico de “hombre”. Hemos dado un recorrido breve y dado luces para aproximarse a una posible conclusión: el hombre es un conflicto con su sí-mismo y su entorno, es un ser que solo se entiende en clave de movimiento y de batalla, como “una maraña de serpientes salvajes, que rara vez tienen paz entre sí; y entonces cada una se va por su lado, buscando botín en el mundo” (Z. “Del pálido delincuente”, p. 40).
Referencias
Nietzsche, F. (2017). Así habló Zaratustra. (A. Sánchez Pascual, Trad.) Madrid: Alianza. Recuperado de: https://www.martincid.com/libros/n_zaratustra.pdf
Nietzsche, F. (2012). Sobe la verdad y la mentira en sentido extramoral. (Simón Royo Hernández, Trad.). Recuperado de: https://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/verdadymentira.pdf
Manzano Vargas Sj, Jorge. (2012). Apuntes de historia de la filosofía: 9 Federico Nietzsche. Guadalajara: ITESO. Recuperado de: https://rei.iteso.mx/bitstream/handle/11117/1310/09+02+Textos.pdf?sequence=4
Notas
[1] En el Prólogo Zaratustra dice: “¡Mirad! Yo os muestro el último hombre. ‘¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?’ -así pregunta el último hombre, y parpadea.” (Z. “Prólogo”, §5)
[2] Véase esta cita del prólogo: “Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres! “Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.” (Z. “Prólogo”, §5)
[3] Zaratustra dice: “Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y la tierra y los que inventaron las cosas celestes y las gotas de sangre redentoras […]” (Z. “De los Trasmundanos”, p. 35)
[4] En Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, Nietzsche ya decía: “el hombre guiado por conceptos y abstracciones únicamente con esta ayuda previene la desgracia, sin ni siquiera extraer algún tipo de felicidad de las abstracciones mismas, aspirando a estar lo más libre posible de dolores” (Nietzsche, 2012, p. 13)
[5] No se da por hecho que es únicamente niño, sino que, a diferencia del otro hombre, éste es capaz de llegar a semejante estado. Por el momento, se deja abierto el debate sobre si las transformaciones son simultáneas o si es una en vez de otra.
[6] Zaratustra dice en De los despreciadores del cuerpo: “Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido, llámase sí-mismo. tu cuerpo habita, es tu cuerpo.” (Z. “De los despreciadores del cuerpo”, p. 37)
[7] En La lucha de Homero Nietzsche dice: “las propiedades naturales y las propiedades humanas son inseparables. El hombre, aun en sus más nobles y elevadas funciones, es siempre una parte de la naturaleza, y ostenta el doble carácter siniestro de aquélla.” (Manzano Sj citando a Nietzsche, 2012, p. 11)
[8] La voluntad de poder aparece por primera vez en Así habló Zaratustra de la siguiente manera: “Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo. Mira, es la tabla de sus superaciones; mira, es la voz de su voluntad de poder.
“Laudable es aquello que le parece difícil; a lo que es indispensable y a la vez difícil llámalo bueno; y a lo que libera incluso de la suprema necesidad, a lo más raro, a lo dificilísimo; a eso lo ensalza como santo.” (Z. “De las mil metas y de la única meta”, p. 54)
[9] Zaratustra dice en De la superación de sí mismo: “Vuestra voluntad y vuestros valores los habéis colocado sobre el río del que es creído por el pueblo como bueno y como malvado me revela a mí una vieja voluntad de poder.” (Z. “De la superación de sí mismo”, p. 93)
[10] Tanto en la imagen de Zaratustra saliendo y descendiendo de la montaña, como en la imagen del volatinero, como en su caminar solitario, así como en los discursos de las transformaciones del espíritu, son claras las referencias de la vida en movimiento
[11]Zaratustra dice en De los despreciadores del cuerpo: “Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido, llámase sí-mismo.
“En tu cuerpo habita, es tu cuerpo. Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?
“Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.»” (Z. “De los despreciadores del cuerpo”, p. 37).
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