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De las tensiones de la política y la administración liberal: la burocracia, la Nueva Gestión Pública

  • José Pablo Segura Román
  • 4 nov 2018
  • 9 Min. de lectura

En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda. Noueched era manco. (Eduardo Galeano)

Desde hace muchos años una pequeña, pero poderosa parte de la humanidad, ha llevado bajo sus pies la sombra de un pensamiento perversamente dominante en la esfera de lo público, este pensamiento es el de "lo moderno", que en realidad, refiere a aquellas ideas derivadas de la segunda modernidad originada por René Desecartes y de la gran victoria de la Burguesía en el escenario mundial.


En 1789 se da el momento de praxis política liberal/burguesa más radical y, de ahí, se desprende la reestructuración del nuevo sistema-mundo. El que alguna vez fue esclavo, ahora era sujeto libre para vender por sí mismo su fuerza de trabajo al mejor postor, el burgués dominado por los viejos monarcas se convirtió en el hombre dominador de los nuevos imperios, y se pasó en América de un modo de producción basado en la Mita y la Encomienda, al sistema de la Hacienda, donde se ocultaba la esclavitud en forma de peones[1].


Posteriormente, en el siglo XIX se dio el campo perfecto para reestructurar la política. Por ejemplo, en la segunda mitad de los 1800’s, ya imperaba en México, así como en todo el mundo dominado por la corriente positivista, el famoso dicho que dictaba: “poca política, mucha administración” y con ese mismo espíritu Woodrow Wilson, el invasor, escribía en 1887 El Estudio de la Administración.


En ese escrito ya se vislumbraba un determinado desarrollo del bloque histórico capitalista que, así como en la esfera económica ya había logrado enajenar de los productos su valor de uso y su valor de cambio y, de esta forma, transformar el producto en mercancía, en la política pretendía hacer lo mismo enajenando a nivel práctico y teórico, así como el momento de creación del momento de gestión, transformando de este modo la política en administración pública y dejando la parte teórica para los filósofos y científicos políticos. Wilson expresa lo anterior con la siguiente cita:


El campo de la administración es el campo de los negocios. Está separado de la prisa y la contienda de la política; en muchos de los puntos permanece aparte, incluso, del terreno debatible del estudio constitucional. Es una parte de la vida política en la misma forma que los métodos usados en los despachos son parte de la vida de la sociedad; lo es como la maquinaria es parte del producto manufacturado (Wilson, 2005, p. 5)


Dentro de este nuevo modo de concepción de la política, Max Weber tuvo el ojo suficientemente claro, como para darse cuenta de la nueva configuración entre los sujetos de la política y los sujetos de la administración, que estaban siendo fuertemente arrastrados a polos opuestos por las teorías y dinámicas políticas de la época. Weber, describe el desarrollo de esta separación, o si se quiere llamar de otra manera, enajenación, explicando ésta desde su desarrollo en tres fases históricas generales. La primera cuando en el Estado moderno “el príncipe inicia la expropiación de los titulares ‘privados’ del poder administrativo” (Weber, 2017, p.5). La segunda cuando “el Estado moderno, el poder de disposición sobre todos los medios de la empresa política, se amonona en la cúspide, y no hay ya ni un solo funcionario que sea propietario del dinero que gasta o de los edificios, recursos, instrumentos o máquinas de guerra que utiliza” (Weber, 2017, p.5) y, finalmente, la tercera cuando se da “la separación entre el cuadro administrativo y los medios materiales de la administración” (Weber, 2017, p.5).


Estas fases y estas diferenciaciones de lo político y lo administrativo producidas en el siglo XIX trajeron consigo la evolución de una burocracia que se fue enquistando en el poder y fueron acrecentando su labor, así como la complejidad de la administración pública, pero no por necesidad en sí ni para sí, sino como consecuencia del proceso histórico de la dominación y del desarrollo del capital.


Con esta evolución, también fueron transformándose los mecanismos para administrar el Estado, es decir, el aparato de dominación. Como ya se ha dicho antes, a partir del siglo XIX comenzaron a existir distintas formas de administrar la política, por lo que se dio un proceso transitivo constante hasta el modelo que hoy en día se utiliza, el cual es le de la llamada "Nueva Gestión Pública" (NGP). Este nuevo tipo de gestión, consistía en adelgazar al Estado y en tratar a los ciudadanos como clientes, así como en la asignación de mecanismos de transparencia para la revisión de las cuentas públicas.


Esta “Nueva Gestión Púlbica” (NGP), así como el resto de la producción de instituciones de dominación de las clases dirigentes[2] de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, traía consigo un velo ideológico que ocultaba y oculta la praxis de cómo opera. Mientras que en el discurso se profesa como un nuevo mecanismo de transparencia más eficiente, con premisas limpias de realidad (es decir, que suponen gobeierno si pueblo), tales como 'that state bureaucrats are self-interested, like anyone else, and try to maximise their position by expanding their budgets and staff' (Newton, Van Deth, 2010, p. 164), en su realidad operan con una turbia tendencia de dominación, a la producción de una hegemonía tiránica y a el desvanecimiento de la producción política en el devenir policía/policy.


Para comenzar a hacer la crítica, habría de plantear las cuestiones base del NPG y, en general, de la política administrativa neoliberal. En términos generales, lo que se plantea es que, tal y como ya se había dicho, el ciudadano sea un “cliente” al que se le ofrecen servicios; se supone el dominio de la razón humana, reduciéndola a razón mecánica y técnica; se suponen nuevos mecanismos de transparencia y de rendición de cuentas y se rearticulan los mecanismos de dominación, pasando de sistemas duros a unos más friendly (con todo y el idioma inglés incluido).


Como primera crítica, la premisa de que el ciudadano es un "cliente" es raquítica y despersonalizada por tratar de reducir al ser humano a un simple sujeto de consumo. Cuando una persona ve a otra como cliente y no como persona, el trato es despersonalizado, lo cual implica que se trata objetivamente a la persona, en tanto que se le reduce a objeto, ya que para que esto suceda de dicha forma, el cliente no debe ser más que la reducción de la subjetividad a una esfera de comercios y servicios, en donde uno como consumidor es un simple engranaje de un ciclo productivo y, en donde esta transición del sujeto a objeto, termina por sucumbir a un frente a las dinámicas del Estado para organizar el terreno para las políticas mercantiles. En el proceso de cosificación y de incorporación objetivada de la persona a un aparato Estatal y a unas políticas mercantiles donde deviene “cliente”, se da una relación de dominio y de totalización del Estado en tanto principio autoreferente del orden (como arkhé) frente al sujeto como individuo enajenado de su individualidad.


Por otra parte, , usar al ciudadano como “cliente” delata una presunción del funcionario público de ser “dueño” del Estado, es decir, que de facto se delata la ideología liberal de la propiedad privada y se delata la violencia antidemocrática de enajenar al poder político como potentia de su delegación como potestad. Se produce la fetichización[3] del poder en donde se cree que la creación crea al creador.

En cuanto a la reducción de las capacidades humanas a su razón y a la reducción de la razón a una cuestión práctico/técnica, se ignora completamente lo que ya decía en el siglo pasado tanto el psicoanálisis como Horkheimer: “La aceptabilidad de ideales, los criterios para nuestros actos y nuestras convicciones, los principios conductores de la ética y de la política, todas nuestras decisiones últimas, llegan a depender de otros factores que no son la razón” (Horkheimer, 1973, p.17).


Es decir, que detrás de toda acción aparentemente racional siempre hay un inconsciente que mueve o, como bien diría Nietzsche “la razón es una isla en un mar de deseo”. En otras palabras, suponer una simple razón y suponer una razón como pura técnica, mutila la complejidad de las acciones y de los pensamientos humanos y, de ese modo, se traiciona a todo pensamiento con pretensiones de verdad. No olvidemos que contrario a lo que piensa este tipo de política y de administración, la acción política antes de ser la razón que mueve nuestras pasiones, es la pasión que mueve nuestra razón.


Como último punto en esta parte de la crítica y volviendo a Horkheimer, es menester recordar las implicaciones sociales que trae el reinado de la razón técnica como ideología dominante:


El imperialismo intelectual del principio abstracto del interés egoísta puso de manifiesto la creciente discrepancia entre esta ideología y las condiciones sociales reinantes en las naciones industrializadas. Una vez que se afirma esta escisión de la conciencia pública no queda ningún principio racional eficaz para sostener la cohesión social. La idea de la comunidad popular nacional, erigida al principio como ídolo, solo puede luego ser sostenida mediante el terror (Horkheimer, 1973, p. 18).


Ahora, pasando a otras cuestiones, se hablará sobre la transparencia insertada dentro de los mecanismos de la política liberal. Como primera impresión parecería de carácter adecuado en relación con los ciudadanos el ofrecer mecanismos de transparencia y de rendición de cuentas, pues el deseo de un gobierno popular es que las acciones sean de carácter popular. Sin embargo, en el modo de producción actual esto es un engaño. Como primeras menciones de la falsedad de la transparencia liberal en todo el sistema-mundo, aparece el nombre de Snowden, organizaciones como Anonymous, los padres de los jóvenes de Ayotzinapa, entre otros. Estos personajes en su propia corporalidad son la revelación de algo que no aparece en el mapa “transparente” de los distintos Estados, pues en ellos recae la responsabilidad de delatar lo que verdaderamente importa, que es el cómo se administra la vida en cada Estado en relación con otro o en relación consigo mismo. Si el estado quisiera una verdadera transparencia, se habría sabido en 72 horas qué pasó con los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Snowden no tendría que pedir asilo político, el EZLN sería noticia de todos los días, los miembros de Anonymous trabajarían sin máscaras. Recordemos una premisa fundamental: El Estado tiene permitido ser transparente en una realidad ficticia porque el Estado es quien impone el orden de lo sensible a través de imponer su visión de la verdad.


Finalmente, en cuanto a los mecanismos de dominación, es importante resaltar que se pasó de una dominación abiertamente cruel a una más discreta. En el campo macroeconómico se pasó de la política del garrote a la política del "buen vecino" y al consenso de Washington. En tierras latinoamericanas ya no nos aparece el ejército norteamericano por las calles (aunque de pronto aparece la DEA salvándonos la vida de los narcotraficantes) pero sí se nos ofrecen recetas económicas con el fin de endeudarnos por medio del pago de créditos. En el campo de lo pequeño se pretende pasar al monólogo de lo político, que quiere afirmar sin previa discusión que el individuo liberal y de naturaleza tendiente al capitalismo precede a la comunidad, que la libertad se mide por la cantidad de cosas que se puede consumir, que la pobreza es un problema individual y que el Estado, pese a sus imperfecciones, es lo mejor que podemos tener, como si fuera el mejor de los mundos posibles (Leibniz). Con ello, con la fundación de un monólogo tiránico, toda posibilidad de disenso se considera arcaica, como un monstruo del pasado que debe morir, se reprime todo acto subversivo desde antes de que ocurra, las telepantallas que Orwell describía en 1984 se introyectan en los ojos de cada sujeto dominado por el poder, existe la autocensura antes de la disrupción de un acto valerosamente político.


En resumidas cuentas, la historia de los mecanismos tradicionales del Estado se transformó con la NGP y con el neoliberalismo en formas distintas de administrar las instituciones de la política liberal, pero no se acabó la dominación, sino que se comenzó a acercar cada vez más a la vida cotidiana y, de manera paradójica, cuanto más se acercaba, menos se hacía visible.


Sin embargo, las posibilidades de cambiar la forma de organización política existirán mientras exista la posibilidad de que los sujetos se agencien en un ser social político. La alternativa última ante la administración de la dominación es el resurgimiento de lo político y el ser democrático en un sentido ranciereano, es decir, desde la “igualdad de cualquiera con cualquiera”, en donde contrario al individuo esquizofrénico de la sociedad de consumo y a su policía vigilante, aparezca el ser social nuevo, que sea capaz de administrar su propia vida desde la praxis política, es decir, desde criterios propios que vayan más allá de la reducida razón liberal y de la dominación capitalista en los aparatos del Estado moderno. Pese a la tragedia no hay que desistir "pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad" (Gramsci).

Notas


[1] Marx dice en una nota a pie de El Capital: “En diversos países, sobre todo en México (antes de la Guerra de Secesión norteamericana también en los territorios anexados a México, y, de hecho, en las provincias del Danubio hasta la revolución de Cuza), la esclavitud está encubierta bajo la forma de peonaje” (Marx, 2017, P. 204


[2] En el sentido más Gramsciano de la palabra


[3] Léase las 20 tesis de política de Enrique Dussel


Referencias


Horkheimer, M. (1973). Crítica a la Razón Isntrumetal. Buenos Aires: Centro de Estudios Miguel Enriquez. Recuperado de: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/horkheimerm/esc_frank_horkhe0003.pdf


Galeano, E. (2018). El libro de los abrazos. Recuperado de: http://resistir.info/livros/galeano_el_libro_de_los_abrazos.pdf


Weber, M. (2018). El político y el científico. Recuperado de: http://www.hacer.org/pdf/WEBER.pdf

Wilson, W. (2005). El Estudio de la Administración. Recuperado de: www.inap.org.mx/portal/.../clasicos%20de%20la%20administracion%20publica.pdf


Marx, K. (2017). El Capital. México: Siglo XXI


Newton, K y Van Deth, J. (2019). Foundatios of comparative politics, Cambridge: Cambridge University. Recuperado de: www.nicat-mammadli.narod.ru/b1.html/b36.pdf





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