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La tensión entre integración y diversidad sociocultural en las sociedades contemporáneas

  • José Pablo Segura Román
  • 12 nov 2018
  • 8 Min. de lectura

Introducción


El presente trabajo se encargará de exponer brevemente cómo opera la contradicción entre la integración y la diversidad cultural en las sociedades modernas y capitalistas del siglo XXI con el propósito de sugerir, en un segundo momento, algunos cuestionamientos finales que invitarían a la resolución de estas tensiones. Para ello, se sugiere utilizar como marco de referencias a algunos autores contemporáneos que tratan desde diferentes aristas el juego entre la interioridad de la modernidad, es decir, aquello que entra o que es autorizado por dicho discurso y, su exterioridad, entendiéndose a esta como aquella parte que queda excluida de manera plena del discurso y praxis moderna y, sin embargo, es constituyente de aquella.


Habría que advertir previamente el contexto del desarrollo del texto. En el contexto de los procesos de globalización que influyen hoy en día en el planeta, por un lado, tenemos el proyecto hegemónico de la globalización neoliberal, que pretende la liberalización de las mercancías más seductoras para el mercado y la facilidad de las empresas para trasladarse a lugares donde sea más barata la fuerza de trabajo, tal y como es en el caso de las maquiladoras instaladas en México (Mateo, 2005) y, por el otro lado, tenemos los procesos de formación de nodos comunes entre distintas resistencias para enfrentar al sistema hegemónico, tal y como es el Foro Social Mundial (Mateo, 2005), o bien, el internacionalismo cubano, las redes construidas alrededor de movimientos como el EZLN en México, etc. Ahora, nos preguntamos: ¿será posible bajo este contexto solucionar las tensiones entre los sujetos que encarnan la modernidad y darle un espacio a la diferencia?

El centro de la modernidad


Para comenzar propiamente con el trabajo, habría de presentar el rostro del centro de la modernidad, es decir, la cara del sujeto “moderno”. De acuerdo con Giddens, la vida de este sujeto se caracteriza por la interacción entre lo global y lo local, esto gracias a los procesos de globalización, a las tecnologías modernas y, por supuesto, a las instituciones de esta “modernidad tardía” (Giddens, 2011).


Las instituciones de dicha modernidad se caracterizan por la flexibilización laboral y por la heterodoxia (Giddens, 2011), pero mantienen el fundamento central, que es el de mantener control y dominio sobre la fuerza de trabajo, en relaciones sociales de producción inspiradas por la organización post-fordistas. Véase, por ejemplo, los Call Center, donde se mantienen “cómodamente” a una masa de trabajadores con un horario flexible y, sin embargo, mantienen el temor al despido, la efectividad como valor máximo, la enajenación del trabajo, la facilidad de sustituir mano de obra y, todo esto, gracias al trabajo asalariado.


Ahora, este tipo de instituciones, los procesos de globalización y las tecnologías modernas producen sujetos con ciertos rasgos específicos. De acuerdo con Dubert, algunos de estos rasgos son que el sujeto moderno se guía por la razón y la igualdad, en general tienden a ser individuos iguales[1] y a partir de las instituciones, se generan valores universales que rigen las normas de estos individuos, tal y como podría ser el caso de la tolerancia o el ser de “mente abierta”.


Sin embargo, este tipo de producción de sociedades modernas y este tipo de instituciones generan una serie de acciones que llevan a la hiperespecialización y sobrecodificación de los sujetos, por ejemplo: el estudiante estudia, el maestro enseña, etc. La consecuencia de ello es que se desdibuja la posibilidad de devenir otra cosa o de agenciarse en sentidos diferentes, que desborden este tipo de orden policial. Se vigila que “el estudiante no sea revoltoso”, que “el maestro no sea guerrillero” o cualquier otro tipo de des-orden de la institución moderna. Ante ello, la reacción consecuente es que las sociedades modernas busquen desenfrenadamente el “reconocimiento de las identidades” (Dubert) y que, en el reverso de esta búsqueda, también esté latente el conflicto de reconocerse como "diferencia".


La exterioridad de la modernidad

En el reverso de la cultura moderna, en su exterioridad, surge la búsqueda del reconocimiento de las diferencias, que aparecen en los grupos llamados “minoritarios” para sostener el pilar del proyecto que se nombra como progreso de la humanidad. Bien diría Zigmunt Bauman:


La historia de la modernidad es una historia de tensión entre la existencia social y su cultura. La existencia moderna compele a su cultura a mantener una oposición con ella misma. Esta conflictividad es precisamente la armonía que necesita la modernidad. La historia de la modernidad esboza su peligroso e inaudito dinamismo desde la celeridad con la que desecha sucesivas versiones de armonía, habiéndolas desacreditado como pálidos e imperfectos reflejos de sus faci imaginarii. Por la misma razón, puede interpretarse como una historia de progreso, como la historia natural de la humanidad. (Bauman, 2011, p. 84).


Esta exterioridad es una exterioridad sufriente, porque es el eterno vencido del conflicto moderno por medio del cual se sostiene el “progreso”, su cuerpo deviene campo de guerra y negación absoluta del sistema. Los migrantes, negros, mujeres, pobres, etc. Son los sujetos ejecutables para el sistema moderno, pues en ellos se ejerce la soberanía entendida como “el derecho de matar” (Mbembé, p. 21, 2011). Todo esto, debido a que el proyecto moderno, en su respectivo asenso hacia el "progreso", necesita ordenar las vidas individuales de tal modo que pueda transitar libremente, como si fuese la figura de un monarca que camina sobre una alfombra roja. La exterioridad del sistema moderno es, pues, el cuerpo vivo de los sujetos violentados que constituyen la base oscura por medio de la cual el propio proyecto progresivo camina.


Para este camino en ascenso, es necesaria la clasificación, medición y dominación de los cuerpos y para este tipo de dominación corporal, es menester crear mecanismos ideológicos como el racismo (Mbembé, 2011), que permiten dar muerte legítima a la exterioridad y continuar con el proyecto moderno, así como para legitimar los aparatos de poder coercitivo por los cuales se establece el orden. Bien puede verse el caso de Estados Unidos al que hace referencia Wacquant:


En las últimas tres décadas, es decir, desde que los disturbios por cuestiones raciales conmocionaron los guetos de sus grandes ciudades y marcaron el término de la Revolución de los derechos civiles, Estados Unidos se ha lanzado a un experimento social y político sin precedentes ni equivalente en las sociedades occidentales de la posguerra: el reemplazo gradual de un (semi)Estado de bienestar por un Estado policial y penal para el cual la criminalización de la marginalidad y el encarcelamiento punitivo de las categorías desfavorecidas funcionan a modo de política social en el nivel más bajo del orden étnico y de clase. (Wacquant, 2010, p. 80).


Esto quiere decir, que la modernidad oculta en su exterioridad el regreso a los totalitarismos, pues no se acepta excepción a la regla moderna ni que ningún cuerpo que se salga de la codificación de esta, ¡el fascismo está en la puerta de la esquina!


Despliegue del conflicto moderno: diversidad cultural y diferencia o neutralización e identidad

La creación del conflicto entre interioridad y exterioridad de la modernidad deviene forzosamente en el despliegue de un conflicto, pero habría que preguntarse sobre qué terreno aparece. A nuestra consideración, el conflicto aparece en los sujetos vivos que encarnan las dos caras del mismo proyecto, por un lado, los que viven la positividad de la modernidad y por otro los que viven la negatividad.


Como se ha dicho en los apartados anteriores, tanto el sujeto moderno positivo como el sujeto moderno negativo se encuentran en relaciones de poder que tienden a la sobrecodificación, por lo que, por un lado está el sujeto adscrito a las relaciones sociales de producción posfordistas y, por otro, se encuentran los sujetos que aparecen como enemigos del sistema, por medio de los cuales se sostiene la modernidad en tanto operan como aparato de legitimación para los sistemas de seguridad y coerción. Sin embargo, esto produce una reacción que pretende ir en dirección contraria, que es la afirmación de la diferencia, tanto en los modos de pensar, como en los cuerpos.


Las diferencias retumban en los centros de la tierra moderna como el grito de las resistencias, se organizan nuevas instituciones de poder para afirmar su existencia, como es el caso del ya mencionado EZLN en México, de las mujeres en organizaciones feministas, de las organizaciones campesinas o de grupos de economías alternativas y anticapitalistas. Estas diferencias logran abrir nuevos espacios de discusión a nivel intelectual y también a nivel de praxis política en las calles y los campos.


Sin embargo, por otra parte, el Estado, herramienta fundamental y central en la modernidad como mecanismo soberano y de poder, trata de reclamar territorio y pretende disolver las diferencias. La estructura del Estado capitalista tiene una herramienta material importantísima y una herramienta ideológica tanto o más importante que la anterior. La herramienta material es la posibilidad de acceder a medios de coacción lo suficientemente potentes como para mantener bajo orden cualquier movimiento de disidencia, mientras que la herramienta ideológica es la posibilidad de subsumir movimientos opuestos a sí mismo y convertirlos ya sea en revoluciones pasivas o en aliados por medio de la cooptación de grupos. Bien pueden verse hoy en día movimientos con potencial revolucionario subsumidos, integrados y pasivizados por medio de la estructura estatal.


Conclusión: ¿se ha solucionado la tensión entre integración de las diferencias y la diversidad socio cultural?

Se ha dado un recorrido sobre las distintas determinaciones de la modernidad, sobre su positividad y negatividad, y se ha visto que existe un espacio de territorialización de la diferencia, mientras que, en el otro bando, el proyecto del Estado moderno trata de penetrar en cada poro de la piel de los cuerpos vivientes que lo conforman. La tensión entre la integración de las diferencias y la diversidad sociocultural se ha tratado de resolver a través de la neutralización de los cuerpos y por medio de pasivizar los movimientos disruptivos. Migdal nos diría: “El estado moderno se ha colocado a sí mismo como la forma última de autoridad, situándose por encima de la sociedad y reclamando un amplio margen de obediencia y conformidad” (Migdal, 2008, p. 22) y frente a ello se mantiene a flor de piel el conflicto entre las distintas partes de este Estado y este proyecto moderno.


Se han visto grandes fracasos frente al movimiento moderno y, sin embargo, se mantiene latente la posibilidad de construcción de alternativas más allá de la modernidad, o dígase en otras palabras, siempre está abierta la posibilidad de la trans-modernidad pese a que la modernidad tardía trate de perpetuarse como fetiche eterno en todo el globo terráqueo. El conflicto sigue abierto, pero las posibilidades de resolverlo también.


Referencias

Bauman Zigmunt. 2011. “Modernidad y Ambivalencia”. En: Josetxo Beriain. 2011. Consecuencias perversas de la modernidad. Anthropos, Barcelona. Pag 73- 119


Dubet François. 2004. “Conflicto de normas y ocaso de la institución”. En: Estudios Sociológicos. Vol XII, No 1, enero – abril 2004, Pág 3- 24. Colegio de México A C, Distrito Federal México


Fromm, Erich. 2014. El arte de amar. En: https://www.angelred.com/biblioteca/erich-fromm-el-arte-de-amar.pdf


Giddens Anthony. 2011. “Modernidad y Autoidentidad”. En: Josetxo Beriain. 2011. Consecuencias perversas de la modernidad. Anthropos, Barcelona. Pag 33- 71


Mato, Daniel. 2005. “Des-fetichizar la "globalización": basta de reduccionismos, apologías y demonizaciones; mostrar la complejidad y las prácticas de los actores.” En libro: Cultura, política y sociedad Perspectivas latinoamericanas. Daniel Mato. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.. pp. 143-178. Acceso al texto completo: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/mato/Mato.rtf

Mbembe, Achille. (2011). Necro-política. Editorial Melusina. (pp. 17- 75).


Migdal, Joel. 2008. Estudiar el Estado. Revista Académica de Relaciones Internacionales. No. 8 GERI-UAM.


Wacquant Loïc. 2010. “La criminalización de la pobreza después de la era de los derechos civiles”. En: Wacquant Loïc. 2010. Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social”. Gedisa Editorial, Barcelona. Pag 79-127



Notas

[1] Erich Fromm dice al respecto: En la sociedad capitalista contemporánea, el significado del término igualdad se ha transformado. Por él se entiende la igualdad de los autómatas, de hombres que han perdido su individualidad. Hoy en día, igualdad significa «identidad» antes que «unidad». Es la identidad de las abstracciones, de los hombres que trabajan en los mismos empleos, que tienen idénticas diversiones, que leen los mismos periódicos, que tienen idénticos pensamientos e ideas. En este sentido, también deben recibirse con cierto escepticismo algunas conquistas generalmente celebradas como signos de progreso, tales como la igualdad de las mujeres (Fromm, 2014, p. 9)


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